Basora. - El regreso a Irak de un poderoso ayatolá shiíta exiliado en Irán se transformó en una demostración de fuerza de esa comunidad, la primera del país. Tras 23 años de exilio, el ayatolá Mohammed Baqir al-Hakim instó a una multitud a la formación de un gobierno libre de influencias foráneas y a lograr la independencia. Sin embargo, se abstuvo de pedir la formación de un Estado islámico según el modelo del régimen iraní, aunque nadie duda que es lo que desea. El clérigo shiíta es el máximo líder de esta comunidad en Irak y jefe del poderoso Congreso Supremo de la Revolución Islámica (CSRI), formado en el exilio iraní por los shiítas que huyeron durante 30 años de las persecuciones de Saddam Hussein.
Hakim fue recibido en Basora por unos 100.000 seguidores, en una demostración de su poder convocante. La triunfal llegada de Hakim y el tono de su discurso resultan poco alentadores para Estados Unidos, que busca democratizar Irak según el modelo laico occidental. Si el CSRI ganara en elecciones limpias, Estados Unidos y sus aliados ocupantes se hallarían en un dilema de hierro: entregar el poder a quienes no renuncian a imponer un Estado teocrático al estilo iraní o desconocer el triunfo, lo que abriría la puerta a una ola de violencia y rebeliones incontrolable.
Luego de un acuerdo con las tropas británicas que ocupan la zona, Mohammed Baqir al-Hakim viajó desde Irán hasta un punto cercano a la ciudad de Basora, donde recibió una cálida acogida popular. Hakim cofundó el CSRI con el ayatolá Mahmud Hachemi Chahrudi, actual jefe de la autoridad judicial iraní, un indicio claro del nivel de afinidad con el poder de Teherán.
La caravana de decenas de vehículos que acompañaba a Hakim entró en Irak por Chalamja, un puesto fronterizo situado a diez kilómetros de Basora, la segunda ciudad del país y centro del poder shiíta en Irak. Miles de partidarios lo recibieron en el lado iraquí de la frontera enarbolando banderas y retratos del ayatolá, mientras voceaban lemas en su honor. El líder shiíta fue recibido además por una veintena de religiosos y estaba acompañado por decenas de milicianos de la Brigada Badr -brazo armado del CSRI- vestidos de civil. Poco después de su arribo, alrededor de 100.000 personas se congregaron en un estadio en Basora para escuchar su discurso. Hakim exhortó a la formación de un gobierno escogido únicamente por iraquíes, para reemplazar al del derrocado Saddam Hussein. "Este gobierno ha de ser escogido por iraquíes y debe ser completamente independiente", advirtió Hakim en su primer discurso en Irak tras décadas de exilio. "No aceptaremos que nos impongan un gobierno". Hakim condenó asimismo la presencia de tropas extranjeras en Irak, pero evitó pronunciarse abiertamente por la creación de un Estado islámico al estilo del de Irán. Además, Hakim hizo saber que se trasladará en las próximas horas a la ciudad santa de Nayaf, y que no desea buscar el poder. Pero su partido ya organiza una movilización multitudinaria a Nayaf, como otra muestra de su poder entre la población del sur de Irak.
El vínculo cercano de Hakim con Irán y la milicia armada conocida como Fuerzas Badr, ha despertado alarma en Washington, pero el clérigo ha tratado de aplacar esos temores.
¿Un nuevo Khomeini?
Cuando la mayoría shiíta se levantó contra Saddam Hussein en el sur de Irak tras la Guerra del Golfo en 1991, los rebeldes recorrieron las calles con imágenes de Bakir el Hakim. Si bien el levantamiento fracasó, desde entonces Hakim se ve, en la sucesión de su padre, como el líder de los alrededor de 15 millones de shiítas en Irak.
El régimen de Saddam mandó a matar a cinco de sus hermanos. En 1980 huyó a Teherán, donde sus hermanos de fe iraníes le dieron asilo. Allí formó el CSRI. Ahora, a los 64 años, quiere volver a su ciudad natal, Nasariya, en la que su padre, el gran ayatolá Mohsen el Hakim, fue hasta 1970 líder de los shiítas.
En esta ciudad sagrada del shiísmo, desde la cual el ayatolá Khomeini preparó la revolución iraní, fue formado como religioso. Junto a Mohammed Bakr el Sadr resistió contra el régimen de Saddam por lo que fue detenido varias veces y, según dijo, torturado. Tras el asesinato de Sadr, Hakim huyó en 1980 a Siria y luego a Irán.
Entre los shiítas, Hakim frecuentemente es comparado con el ayatolá Khomeini, en el sentido de querer hacer realidad un sistema político con orientación religiosa, en el Irak de la era pos-Saddam.