Cuando todos lo dan -lo damos- por muerto, Argentino da signos vitales y anuncia que dará pelea en las cuatro fechas que faltan. Cuando todos vaticinan -vaticinamos- otra goleada en contra por el peso específico del rival, los salaítos se despachan con un 3 a 0 histórico en Caballito. Cuando todos imaginan -imaginamos- una nueva despedida de cabezas gachas y rostros afligidos, el equipo se retira de la cancha de Ferro envuelto en un aplauso cerrado y generoso de los hinchas locales.
Hay una situación que resume a las claras lo impensado que fue el resultado. Un rato antes del juego, un periodista de radio Rivadavia le preguntó a Ricardo Cavalli qué esperaba del partido. "Hoy a Ferro lo goleamos", le respondió, ocurrente y rápido de reflejos, el ex presidente de Argentino. Al advertir la incredulidad del cronista, el veterano dirigente esbozó una sonrisa cómplice y agregó, resignado: "¿Y qué querés que te diga?". Pero los pronósticos, más realistas que agoreros, comenzaron a perder consistencia desde el arranque mismo de la dichosa historia escrita por los salaítos.
La defensa de Ferro, ese flan con el que Argentino se encontró inesperadamente, quedó mal parada. Iriarte encaró, asistió a García y éste definió con clase: lo dejó desparramado al arquero y la tocó al gol.
Si Ferro se mostraba desarticulado y nervioso, bien lejos de esa formación contundente que fechas atrás marchaba con autoridad hacia el ascenso directo, Argentino dejaba constancia de que el plan pergeñado durante la semana se le cumplía sin fisuras. Atrás, Aceto y Bassani persiguieron como perros de caza a De Porras y Salmerón, respectivamente, y Sciretta quedó como líbero, listo para barrer ante cualquier emergencia. En el medio, Raschetti Sánchez e Iriarte ocuparon las bandas, y Rubio y Villarreal se repartieron la zona del círculo central. Y, adelante, Genesio ofició de nexo entre los enchufados García y Vázquez.
Argentino no sólo ganó porque jugó su mejor partido del torneo, sino porque tuvo en Campestrini a un bastión impasable, una muralla en el más estricto sentido de la palabra. El arquero tapó cuatro pelotas envenenadas, exhibió una gran seguridad en el juego aéreo, se dio el gusto de parar con el pecho un centro desde 35 metros y hasta hizo el segundo gol. Fue en la etapa final, en la jugada posterior a un gol dilapidado por Tula. Rúgolo lo bajó a Vázquez y Campestrini le pegó fuerte y cruzado.
Prueba de que a Argentino también lo acompañó la fortuna, el tercero llegó luego de una situación similar. Un tiro de De Porras dio en el travesaño mientras Campestrini hacía vista, Argentino sacó el contragolpe, García la cruzó y Vázquez la conectó al gol. Quedaba poco más de media hora, en la que Ferro desnudó su impotencia y su gente hizo catarsis con el DT.
Argentino logró uno de esos triunfos que ameritan celebración in eternum. Pero tiene la soga tan ajustada al cuello que no le queda otra que sumar los 9 puntos que faltan disputar y rezar. Rezar mucho.
Síntesis
Ferro 0: Bangert 5; Sekagya 4, G. González 4 y Tula 5; Rúgolo 4 (60' M. Costas 5), Catalán 4 (46' Klein 5), Décima 4 y M. Velázquez 5; D. Verón 5; Salmerón 5 y De Porras 5 (64' M. Díaz 5). DT: Daniel Raimundo.
Argentino 3: Campestrini 9; Aceto 6 (73' Damiano), Sciretta 6 y Bassani 6; Raschetti 6, Rubio 5, R. Villarreal 5 e Iriarte 7; O. Genesio 5 (81' Chacón); J. García 7 y P. Vázquez 7 (75' Amaya). DT: Pablo Marini.
Cancha: Ferro.
Arbitro: Alejandro Toia (6).
Goles: 7' J. García, 50' Campestrini, de penal, y 56' Vázquez (A).
Expulsados: No hubo.