Para algunos habitantes de Ludueña Sur hubo un hecho que cambió el nivel de seguridad en el barrio. Fue el crimen de Carlos Gauna, un pibe de 20 años que cayó a manos de un policía del Comando Radioeléctrico en un baldío de Urquiza y Larrea. Ese hecho ocurrió el 7 de agosto del año pasado y por el mismo fue acusado el agente Rubén Darío Blanco, quien nunca fue llamado a declarar por el caso. Aquel día, un vecino accionó la alarma de su casa y dio aviso al Comando Radioeléctrico ante lo que presumió un intento de robo cuando observó dos muchachos que se trepaban sobre el tapial de su vivienda. Al llegar al lugar un patrullero, el vecino indicó que los presuntos ladrones estaban en un descampado lindante. Entonces uno de los agentes subió la pared y de acuerdo al testimonio del hombre "se escucharon dos o tres disparos". Después de ocurrido este episodio las versiones empezaron a disociarse. El vecino dijo que la policía dio la voz de alto antes de disparar. Sin embargo, un muchacho que estaba con Gauna sostuvo ante la Justicia que Carlos fue ejecutado sin mediar palabra. Dijo entonces que ingresaron al baldío a buscar una pelota y que allí se cruzaron con un grupo de tres jóvenes y un hombre a los que no conocían y que estaban apilando algunas chapas. Según la policía, al momento de morir Gauna tenía un revólver calibre 38 en su poder. Pero los familiares y vecinos del chico siempre sostuvieron que el arma fue plantada por la policía. Algo que en los testimonios de vida recogidos en el barrio Ludueña se escucha reiteradas veces. "Desde aquel día parece que los policías de la comisaría 12ª no quieren involucrarse en las denuncias de los vecinos. Parece que tienen miedo de mandarse otra como la del pibe Gauna y matar un inocente. Prefieren no actuar y dejar la zona liberada. Así no tienen problemas y encima recaudan guita de los choros y de los vendedores de drogas", dijo una de las vecinas consultadas por este diario.
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