 |  | Editorial Señales de resurgimiento
 | El centro de Rosario ha venido sufriendo desde hace tiempo un proceso de deterioro sobre el cual se advirtió en reiteradas ocasiones a través de esta columna, como consecuencia de dos factores diversos pero coadyuvantes: por un lado, la inevitable tendencia de las grandes urbes a expandirse hacia su periferia; por el otro, el obvio pero ineludible efecto de la crisis económica, con su secuela de profunda recesión. Sin embargo, tal como lo reflejó este diario en una nota publicada anteayer en la sección Ciudad, la mudanza y apertura de negocios sobre el eje fundamental de la zona -la peatonal Córdoba- evidencia una saludable modificación de la tendencia. Y algunos comerciantes optimistas hasta se animan a pronunciar la palabra mágica: reactivación. El traslado de una tradicional disquería, que cambió de dueños, desde un local ubicado en la esquina de Sarmiento a otro que también estará sobre Córdoba, y el ingreso a ese lugar de una firma dedicada a la venta de ropa y accesorios; la apertura de dos importantes casas de deportes; una farmacia que ocupó el local abandonado por una casa de ropa de origen español; la nueva casa de blanco situada donde funcionaba un importante bar; la zapatería que abrió donde estaba una popular heladería, y el minimarket que se inaugurará en el inmueble que hasta hace poco ocupaba una compañía telefónica son algunos de los indicios que prometen, aún con timidez, un futuro más auspicioso. Ese porvenir, mucho mejor que el pasado inmediato, también se vería impulsado por la liberación del tránsito en el microcentro a partir de pasado mañana. Es que el ingreso vehicular irrestricto, con una velocidad máxima permitida de treinta kilómetros por hora, se vería traducido -de acuerdo con el enfoque de los comerciantes, al cual resulta difícil objetar con fundamento- en el incremento de potenciales clientes. No hay dudas de que Rosario padece problemas mucho más afligentes que el descripto con antelación y que se relacionan con aspectos dramáticos del derrumbe de un modelo, entre los cuales se incluyen nada menos que la indigencia y el desamparo. Pero sin dudas que no resulta frívolo valorar positivamente las señales de resurgimiento del centro de la ciudad. Ojalá sean el punto de partida de una mejoría económica que incluya, también, a aquellos que más la necesitan.
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