Walter Ariel Rolich dijo que mató a su mujer enceguecido por los celos al ver salir un hombre en paños menores por los fondos de su casa. Esa circunstancia nunca pudo probarse, pero sí que su mujer desde hacía ocho años era víctima de maltrato y que el vínculo agresivo fue creciendo hasta culminar en su muerte. "Le pegué una trompada y seguí. Cuando me di cuenta estaba tirada en el suelo", fue el crudo relato que dio el hombre al entregarse en la comisaría de Granadero Baigorria. Sin embargo, una jueza de Instrucción lo procesó sin considerar el atenuante de emoción violenta porque el hombre ya habría fantaseado ante un conocido con la posibilidad de matarla.
Norma Beatriz Silva tenía 26 años y dos hijas de 8 y 3 años. La primera de una relación anterior, a quien Rolich había reconocido como propia, y la segunda era hija de la pareja, que llevaba ocho años en concubinato. La familia vivía en una casita del barrio San Miguel de Granadero Baigorria adonde la noche del 26 de agosto de 2002 Rolich, que es albañil, regresó de madrugada tras "visitar a una tía". El hombre aseguró a la policía que vio escapar por los fondos a un hombre, al que siguió pero no pudo atrapar, y que al regresar encontró a su mujer semidesnuda mientras las nenas dormían en otro cuarto.
"Le pegué a mi mujer hasta matarla. Vengo a entregarme", dijo al llegar a la seccional, poco después de la 1.30, con las manos cortajeadas y ensangrentadas de tanto golpear a su mujer. Antes de presentarse en la repartición llamó por teléfono a su madre. "Mamá. Maté a Norma. Andá a buscar a las nenas", le anunció. El cuerpo de Norma había quedado tendido en el piso de la cocina, ensangrentado, con politraumatismos en el abdomen, el rostro desfigurado y fracturas en el maxilar, los pómulos y el cráneo.
Rolich declaró que al pedirle explicaciones a su esposa, ésta reconoció que tenía una relación con otro hombre y le pidió que se fuera de la casa, lo que motivó su ataque de furia. Fuera de sí, según dijo, le pegó hasta que la mujer quedó inmóvil. "Cuando me di cuenta ella estaba tirada en el suelo, ensangrentada. A mí me dolían mucho las manos", aseveró.
Sospecha e inquietud
Pero esa supuesta relación extramatrimonial no llegó a acreditarse en la investigación del asesinato. Sí se probó, según fuentes del caso, que el hombre sospechaba desde hacía tiempo que su mujer le era infiel. También se constató que la mujer era víctima frecuente de golpes y malos tratos: según reveló una calificada fuente judicial, Rolich "ya le había roto la nariz de un puñetazo, pero la mujer no lo denunció". La víctima trabajaba como doméstica y le había comentado a su empleadora de los golpes que le propinaba su marido.
La jueza Raquel Cosgaya, del juzgado de Instrucción Nº 6, procesó a Rolich por homicidio simple sin imponerle agravante por el vínculo que tenían, ya que no estaban casados. Tampoco atenuó el delito por la figura de la emoción violenta porque al parecer el crimen de su esposa no era algo impensado para el hombre. Según surge de la causa, en una ocasión le había comentado a un compañero de trabajo: "¿Cuánto nos van a dar por matar a ésta?".