Desde el gobernador Carlos Reutemann y sus funcionarios a los vecinos de esta ciudad una certeza los aterra, como si la tragedia requiriera una densidad más dramática todavía: los muertos son los que están pero los que están no serán todos. Ayer se ratificó oficialmente la cifra -siempre provisoria- de 22, pero informes de inteligencia nacional anoche ya barajaban un número que ronda los 30, con un saldo final cercano al centenar. Tal vez más, aún. En la calle las presunciones aumentan a medida que decae el ánimo y las listas de personas no encontradas siguen sin reducirse.
¿Cuánto tiempo demanda buscar a una persona en la ciudad de Santa Fe? La respuesta a esta pregunta mina el alma de la ciudad. Por demás lacerada. Recorrer centros de evacuados, hospitales, comisarías y medios de comunicación, requiere de dos o tres días. Por eso quienes buscan desesperan. La catástrofe lleva ya ocho días, ¿dónde están los más de mil santafesinos que figuran en las listas de desaparecidos, que piadosamente alguien ordenó rebautizar como "desencontrados".
La fe es la que mueve los pies de familiares que deambulan de un lugar a otro. Otra postal caracterizada del calvario local. Y los reencuentros familiares, difundidos por la radio y televisión, alientan la esperanza de un despertar algo feliz de la pesadilla. Una joven logró encontrar a su tío con el auxilio de un canal de televisión que convirtió en un show de emotividad desbordante y aplausos espontáneos un momento que ella comenzaba a considerar ilusorio. Había iniciado los trámites para denunciar en la policía como desaparecido a su familiar que todo este tiempo estuvo en un centro para inundados.
Una madre perdió dos hijos en medio de un accidentado rescate de entre las aguas enfurecidas del río Salado. Al cabo de tres días, uno de ellos volvió a su falda. El niño de cuatro o cinco años permaneció ese tiempo en un centro de evacuados en la ciudad de Santa Fe y ella en otro de la ciudad de Santo Tomé, con los demás miembros de la familia igualmente desperdigados. Entrar en un centro de evacuados donde residen en medio de la precariedad de la urgencia mil o más inundados es exponerse a que la gente se acerque constantemente a pedir algún tipo de ayuda, pero también a preguntar por algún conocido que no ven desde que abandonaron sus hogares a las apuradas.
Historias de boca en boca
Hacen catarsis y cuentan historias, la mayoría de ellas corren de boca en boca y son las que llenan de preocupación a las autoridades que siguen pidiendo mesura a la hora de abordar el dato de la catástrofe, al que todos temen.
Recorrer un centro de evacuados en esas condiciones, encima, buscando a un familiar es, ciertamente, una tarea extenuante. Toda una categoría de ciudadanos extra constituye hoy la de los que buscan y alimentan a cada paso la ilusión de abandonar de golpe tan dañina incertidumbre. "Dígame, por favor, ¿sabe algo de los trabajadores que estaban en la cuadrilla que trabajaba en la defensa cuando se rompió?", pregunta a La Capital una mujer joven con el rostro desencajado por la ansiedad. Liliana, tal su nombre, busca a alguien. No explica su vínculo con el buscado porque se va apenas la impotencia del desconocimiento se refleja en el rostro del periodista. Esperará que otro "intruso" llegue al albergue y sea, tal vez, el portador de la noticia que espera.
Las versiones de que el agua arrastró a los operarios que trabajaban en el terraplén se escucha todo el tiempo y recrea en todos lados. Y tan repetida ha sido que movió a la inquietud de las más altas autoridades del país que incluyeron el supuesto incidente entre los objetivos de investigación. Inteligencia concluyó en que no sucedió. No, al menos en los términos en que se convirtió en leyenda porque -en contra de lo que afirman todos los relatos- aseguran que el agua no alcanzó la fuerza y velocidad con que supuestamente se habría llevado esa decena de vidas como tributo inmediato a su devastador ingreso a la ciudad.
Dónde están los presos
Otro centro, la misma pregunta. Esta vez alguien quiere saber de los presos que estaban en la comisaría (Sub 2ª) de Santa Rosa de Lima. Junto a la Sub 10ª de San Lorenzo, la Sub 1ª de Centenario y el destacamento central del Comando Radioeléctrico son las reparticiones policiales que quedaron bajo agua. La urgencia, que la misma policía reconoce, obligó a sus efectivos a dejar vehículos, muebles y documentos para salvar sus vidas. Y todos han comenzado a preguntar ¿qué pasó con presos que estaban en las celdas de esos lugares? La respuesta oficial habla de un traslado a la seccional 2ª, pero la gente sigue preguntando.
Es que la duda sobre el número final de muertos, o si se quiere, la certeza de que habrá de aumentar, comienza a infiltrar los más recónditos intersticios del terror individual y colectivo. El saldo más negativo de todos los que por estas horas se ensayan: el de vidas humanas. Santa Fe está de duelo y el luto durará largo tiempo.