Dos integrantes de la Universidad Nacional de Rosario, Mónica Valentini y Sebastián Fernández, arqueóloga y tesista de antropología, participaron de la expedición que un mes atrás organizó la National Geographic para localizar al ARA General Belgrano. El intento por ubicar al buque hundido en 1982 durante la guerra de Malvinas fracasó. Para los cientistas locales, las posibilidades de éxito se habrían ampliado si la entidad internacional hubiese incorporado al proyecto la opinión de los investigadores argentinos.
"Lamentablemente la National Geographic no tuvo en cuenta las condiciones climáticas naturales del Atlántico Sur, un mar que se complica a cada rato, con vientos de cien kilómetros por hora, y sólo planificó quince días de búsqueda", explicó Valentini que es especialista en arqueología subacuática. Además subrayó que la búsqueda a cuatro mil metros de profundidad es de por si una tarea compleja.
Para los investigadores argentinos, la planificación de la misión dejó afuera más de una variable: el clima y la zona delimitada, que no era el área total a buscar. "No convocaron ni se asesoraron con quienes podían darle esa información, ni aceptaron nuestras sugerencias", explicaron.
Además dijeron que el proyecto incluía la disponibilidad completa de técnicos de EEUU. "Nuestra participación en la búsqueda tuvo que ver con la preocupación del gobierno argentino para que el bien patrimonial se protegiera", precisaron. Indicaron que entre los equipos de la National Geographic no había arqueólogos, sólo técnicos en imágenes. "El objetivo principal para ellos era localizar y filmar al Belgrano, un barco construido en 1939 y que nuestro país compró a Estados Unidos en 1951, después de haber sobrevivido al bombardeo de Pearl Harbor. "Había una cláusula en la venta para que cuando Argentina lo vendiera nuevamente a Estados Unidos para ser destinado a un museo de sitio.
Valentini y Fernández junto a Javier García Cano del Instituto Nacional de Antropología y al licenciado Amaru Argueso, ambos de Buenos Aires, fueron convocados por la Armada Argentina y la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. El grupo tuvo la misión de monitorear los trabajos. "Fuimos como veedores y observadores para que no se tocara nada de los restos del buque hundido y elaboramos un informe sobre lo realizado y de nuestro parecer sobre cómo se desarrolló el mismo", señalaron.
"Testimonio del pasado cercano"
"Si existen futuras campañas de búsqueda del Belgrano, nuestro país debe aportar a sus científicos y el conocimiento disponible para planificar una campaña de otra forma", señalaron los investigadores. Que además dieron cuenta de los sentimientos encontrados frente a la búsqueda de un testimonio del pasado cercano. "Fue muy fuerte porque estamos acostumbrados a trabajar con restos de culturas desaparecidas pero esto era algo muy cercano en el tiempo, así que teníamos que acomodar la emoción, el sentir y la ciencia en nuestras cabezas, no fue fácil", comentaron.
*La expedición a bordo del ARA Puerto Deseado, que actuó como apoyo al Sea Corlenga -el barco utilizado por la National Geographic- llegó a la zona de búsqueda el 2 de marzo pasado. Se trata de "la inmensidad" ubicada al sur este y a doce horas de la isla de Los Estados, latitud 55 grados, 24 minutos al sur, y longitud oeste 61º 32'. "Es sólo agua que se mueve indefectiblemente, cielo por donde se mire y algún que otro cormorán", relataron.
El trabajo específico de búsqueda lo coordinó y realizó la National Geographic utilizando un sonar de barrido lateral de baja frecuencia; para el caso en que se ubicara al Belgrano estaban previstos los vehículos de operación remota con cámaras operadas desde la superficie. "No podían tocar nada sólo filmar o tomar fotografías porque ese es un lugar histórico y tumba de guerra. Nosotros estábamos allí para que se cumpliera esa norma", afirmaron.
Los cuatro mil metros de profundidad como piso para la búsqueda, obligó a extender siete mil metros de cable para el trabajo del sonar. Se trata de un emisor que envía y recoge ondas de sonido, las que después de rebotar en la superficie del fondo del mar pueden reflejar las diferencias del terreno de las profundidades a través de colores en una pantalla. El barrido se realizó a través del trazado de siete rectas llamadas transectas en un área de 708 kilómetros cuadrados.