| | cartas Idas y vueltas
| Esta carta está dirigida a los docentes privados, que, como mi hermano, disfrutan de los beneficios de la gran obra social Osdop. Mi nombre es Alberto, vivo en Chabás y les escribo para contarles que mi hermano es docente en mi pueblo con 37 años de antigüedad y con un excelente estado de salud. Todo comienza hace más o menos dos meses cuando mi hermano y yo nos encontrábamos en Rosario, y luego de una consulta de rutina tuvo internarse de urgencia, y allí me di cuenta que en ninguno de los centros médicos que dicen tener Osdop querían recibirlo. Luego de insistir al final conseguimos un lugar en el Sanatorio Delta. Después de tres días de internación en unidad coronaria, luego de varias llamadas telefónicas y visitas a la obra social, logré que Osdop reconociera a mi hermano como afiliado para poder conseguir la famosa "orden de internación". Una junta médica de reconocidos profesionales del Sanatorio Delta determinó la colocación inmediata en forma permanente de un marcapasos con ciertas características que debía proveer la obra social y la complementaria Andop. Luego de idas, vueltas y charlas con distintos personajes jerárquicos de la obra social, durante tres días nos mintieron de mil formas distintas: ya tenemos el presupuesto de varias empresas; tienen que venir mañana, mañana tendrán el aparato en el sanatorio, por supuesto verso y más verso. Luego de tanto manoseo mis familiares y yo decidimos conseguir el dinero y comprar en Rosario el marcapasos que le pusieron a mi hermano ese mismo día. Hace dos meses de todo esto y todavía estamos tratando de recuperar el dinero para devolverlo. Mi reflexión es: qué pasa con el afiliado que tiene una urgencia como la de mi hermano o peor y no tiene la posibilidad de conseguir dinero para solucionar un problema que su obra social debe solucionar, las opciones son pocas; tiene que tener suerte, rezar y vivir, o mala suerte y morirse...no puede esperar nada urgente de esta Obra Social (mucho menos después de las 15). Es triste pensar de este modo cuando todos los meses descuentan religiosamente el dinero de sus sueldos para su pago; les dicen, eso es ley y debe cumplirse, pero a su vez no existe ninguna ley que exija contraprestación con la misma o parecida puntualidad. Un capítulo aparte es la soberbia con la que atienden algunos empleados jerárquicos de la sección Rosario. Ante nuestros reiterados reclamos por el reintegro del dinero, nos atienden haciéndonos sentir que no somos nada. Alberto Palmieri
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