Año CXXXVI
 Nº 49.830
Rosario,
sábado  03 de
mayo de 2003
Min 9º
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Por la ciudad
El poder de lo solidario no tiene límites

Adrián Gerber / La Capital

La naturaleza castigó a Santa Fe, y las imágenes que se están viendo son dramáticas. Pero Rosario respondió con solidaridad, y las instantáneas son maravillosas. Los gestos de grandeza que se vieron estos días conmueven hasta al más frío y escéptico. ¿Cómo describir las miles de donaciones para los inundados que vinieron de gente común a la que no le sobra nada? ¿Cómo calificar a esa señora humilde que se acercó hasta un centro de recepción, y cuando un cronista le preguntó qué traía en la pequeña bolsa que tenía en la mano, contestó con simpleza: "Un par de zapatos, porque tengo dos, así que me sobra uno"?
La gente entendió en esta emergencia que ya llegará el momento de discutir si hubo responsabilidades de las autoridades, si hubo imprevisión, pero ahora es tiempo de mitigar los efectos sociales de la arrasadora inundación. Y cada uno ayudó como podía, con lo que tenía. Y si el Estado no da respuesta o se ve desbordado, la sociedad asume esa responsabilidad. Un colchón, ropa seca y alimentos no solucionan el problema de los inundados, pero al menos es un alivio entre tanto dolor.
¿Está aumentando la solidaridad en la Argentina y más precisamente en Rosario? Quizá sí, o quizá ahora se le dé mayor difusión. Ya el año pasado hubo gestos similares ante la aguda crisis socioeconómica que soportó el país. Voluntarios que abrían comedores, miles de donantes de ropa y comida, campañas solidarias en los lugares de trabajo para ayudar a centros comunitarios. Es evidente que la gente se está movilizando por cosas simples y concretas.
Y allá en el olvido quedan las ácidas críticas que décadas atrás recibían las damas caritativas, las sociedades de beneficencia, las asociaciones filantrópicas con el argumento de que esas acciones no sólo no modificaban la realidad, sino que las perpetuaban. Los pobres seguían siendo pobres. Dar respuestas estructurales a las graves situaciones sociales es responsabilidad del Estado, no cabe duda, pero mitigar las consecuencias de esas realidades en el mientras tanto es un gesto más humano que permanecer pasivos observando el drama.
El escritor Marcos Aguinis en una descripción implacable del ser argentino, enumera en uno de sus libros los defectos y las virtudes, muchas veces contradictorias: "Los argentinos somos arrogantes, perozosos e individualistas, pero a la vez somos muy solidarios. Mucha gente ha descubierto el camino para ser solidarios, para sentirse bien consigo mismas, para sentirse realmente exaltadas desde su profundidad a partir de acciones que tienen un objetivo de construcción, de progreso", dice.
También es verdad que mucha gente tiene desconfianza a la hora de donar, porque se plantea la pregunta de si las ayudas llegan al destino correcto, si no se quedan en el camino, si no se las utiliza con fines clientelistas. Es que, como reza el dicho, "el que se quema con leche, ve una vaca y llora". Todavía está en la memoria colectiva la estafa que significó la campaña de donaciones que se realizó en el 82 para los soldados que estaban peleando en Malvinas. Muchas de esas donaciones luego aparecieron a la venta en las vidrieras y góndolas de comercios.
Por eso hoy no sorprende que la mayoría de los rosarinos haya optado por llevar sus donaciones a Cáritas o a las escuelas, instituciones que siguen manteniendo alta confianza y credibilidad en la sociedad.
Así y todo, el drama que están viviendo los santafesinos recién empieza. Porque -como dicen las ONG- cuando baje el agua, con ella se irán las cámaras, los flashes, los enviados especiales, y entonces empezará lo más difícil, cuando sólo quede la gente.
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