Aunque el descenso de las aguas en varios lugares trajo algo de alivio a Santa Fe, lejos está de desaparecer el estado de shock que se apoderó de la población con el mismo ímpetu con que el Salado atacó la ciudad. Mientras algunos pudieron emprender un regreso sin esperanza a sus hogares, todavía son muchos miles más los evacuados que no saben qué les deparará el futuro o no tienen noticias de sus familiares. Y mientras las horas pasan crece el miedo a que la bajante deje al descubierto cientos de cadáveres, aunque al cierre de esta edición sólo se habían confirmado 18.
Una rara mezcla de angustia y tranquilidad se apoderó ayer de los evacuados que emprendieron lentamente el regreso a lo que queda de sus hogares. Tranquilidad al comprobar que el agua no se quedó para siempre. Y angustia ante la confirmación de lo que ya intuían: la inundación fue implacable con sus pertenencias. Para muchos fue difícil ayer entender que pueden empezar de nuevo. La vuelta a casa tuvo para ellos mucho más sabor a final que a segunda oportunidad.
Sin saqueos
El estado de shock se acentúa al caer el sol, sobre todo entre quienes habitan donde el agua aún no se fue. Aunque en la noche del jueves no ocurrieron los temidos saqueos masivos no faltaron los testimonios sobre tiroteos y hasta escenas de piratería. El temor al pillaje sigue vigente y no es para menos, habida cuenta de una escenografía que parece estar especialmente diseñada para el pánico: agua, oscuridad, hambre, muerte, pobreza y soledad, entre otros ingredientes.
Anoche a las 22 comenzó un operativo de seguridad con un total de 2.300 efectivos de distintas fuerzas de seguridad de todo el país. Las autoridades confiaban en que de esta manera la tranquilidad y la normalidad se impondrían por sobre el caos.
Ayer se asistía, no sin problemas, a más de 30 mil personas en los 140 centros de evacuación, adonde comenzaron a llegar víveres. Las complicaciones se evidenciaban a la hora de asistir con cierta dificultad a los autoevacuados, que se estiman en 90 mil. Por lo menos, el agua liberó algunos accesos a la ciudad abriendo camino a la asistencia.
Si bien el gobierno nacional anunció el envío de siete millones de pesos, además de miles de cajas de alimento, chapas, pañales, colchones y estufas, la preocupación más urgente sigue siendo evitar epidemias, producto del hacinamiento.
En tanto, el Instituto Nacional de Aguas no se animaba a asegurar que el Salado dejará en paz a Santa Fe. Si no llueve, retornaría a una situación de "seudonormalidad" de aquí a diez días. Dejó al menos, un poco de tranquilidad, al menos por este mes, en cuanto al estado del Paraná.
Si de normalidad se trata, algo de eso empezó a vivirse en poblaciones de otros departamentos que fueron afectadas por el fenómeno, como en San Javier y San Justo. Incluso algunos, muy pocos, pudieron volver a Recreo, de donde el martes debieron huir sus más de 12 mil habitantes. Y en Monte Vera por ahora pueden respirar: el agua llegó, pero se estancó y parece que no va a subir.