Jorge Sansó de la Madrid / La Capital
Diputados y senadores aplaudieron de pie ayer al gobernador Carlos Reutemann durante varios minutos. Sin distingo lo hicieron oficialistas y opositores, a quienes les acababa de reclamar "ser sinceros, reales y aplicar el sentido común, mesura, responsabilidad y solidaridad" frente a la hora aciaga. El presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, le comunicó que no escatime en gastos para afrontar la catástrofe porque "se lo merece su provincia y su austera administración, que nunca ha pedido auxilio" y no se atrevió a asomarse por Santa Fe. Tampoco los candidatos presidenciales oficialistas osaron comprometer al gobernador y al drama santafesino con sus propias campañas. La líder opositora Elisa Carrió tuvo la digna actitud de ponerse a disposición del mandatario provincial, recorrer la ciudad tomando contacto con damnificados y de no permitir que la prensa se le acercara, por lo que no formuló declaraciones públicas. Las fuerzas federales de seguridad del país se allanaron a su mando. De esta manera, el Reutemann que ayer sinceró una situación que lo supera (la comparó con el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York) demostró que, tal vez precisamente por eso, y pese a las casi setenta y dos horas que lleva sin dormir y a los sacudones emocionales que recibió, dejándole las secuelas de extenuación que denuncia su rostro, está en condiciones de erigirse en una especie de Rudolf Giulliani, el alcalde neoyorquino que afrontó críticas por imprevisión y fue blanco de la catarsis en la que con insultos y quejas sus vecinos dieron escape a su propia desesperación e impotencia, y se erigió, finalmente, en un sostén insoslayable para que luego del drama la ciudad se pudiera levantar. Emocionalmente primero, económicamente después.
Blanco de las quejas Estas últimas instancias todavía no han llegado en Santa Fe y Reutemann aún transita por las primeras. Es a la vez blanco de todas las quejas, enojos e impotencia de los santafesinos pero a la vez un único sostén, frente al que han desaparecido por completo el funcionariato provincial o nacional y las dirigencias oficialistas u opositora por igual. Todos sin dudas, es de esperarse, colaborando sin desmayos pero ninguno apareciendo como responsable de nada. La de ayer en la Legislatura fue la sesión menos convencional de todas, pero la más emblemática que se pueda concebir. La conmemoración del 150 aniversario de la sanción de la Constitución de 1853 en cuanto instancia liminar de nuestra nacionalidad encuentra a los santafesinos -y a los argentinos todos- poniendo a prueba precisamente esa conciencia de pertenencia ante la desdicha y desgracia de los pares. Midiendo, a la vez, el temple de los dirigentes locales en el momento en que no esperan y saben que no pueden esperar aplausos pero que no deben escatimar esfuerzos por estar a la altura de las circunstancias en la medidas de sus posibilidades. Tal como ayer convocó el gobernador al hablar en el parlamento provincial. "Debemos tener sentido común -recomendó- y no pongamos más nafta al fuego. Este es un momento en que nadie va a aplaudir al sector político. En esta va a pérdida de todo. Pero les quería decir y hacerles sentir lo que veo, ya que tal vez sea la última vez que esté aquí. Les pido colaboración a ustedes porque la vamos a necesitar", recordando, que "el día tiene 24 horas para cada uno de los funcionarios y habrá que ver cómo nos rotamos o cómo siguen".
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