 |  | Editorial Humor y política
 | Cualquier argentino que dedique parte de su tiempo libre a ver televisión habrá sido testigo de la rica veta de inspiración que a múltiples programas proporciona la vapuleada dirigencia política nativa. Y si bien esa dosis de ironía que se vuelca sobre los referentes partidarios resulta normal en cualquier democracia que funcione de manera aceitada, la saña con que se los ha tratado en nuestro país tiene escasos parangones. A ello ha contribuido, por cierto, la intensa era preelectoral que se vive y, también, el paupérrimo pasado inmediato del país -signado por la crisis, que fue pagada por la gente-. Sin embargo, el hecho que preocupa no es la burla focalizada sobre las personas, sino aquellos dardos que, ajenos por completo a la cordura, impactan de lleno en el corazón del sistema democrático. En ese sentido, debe ante todo quedar claro que de ninguna manera se intenta desde aquí legitimar ninguna clase de censura, sobre la cual suficiente y triste experiencia poseen quienes recuerdan las dictaduras militares. Sólo se trata de expresar la preocupación que provocan el improperio sistemático y la desvalorización que se practica en bloque. Aquellos que en cierta forma dan continuidad a la consigna "que se vayan todos" desde la pantalla chica parecen olvidar, en primer término, que no se puede evaluar a todos los candidatos con la misma vara porque ello resulta en el menoscabo del pluralismo, que se refleja saludablemente en múltiples y antitéticas alternativas electorales. ¿O acaso Izquierda Unida, el Partido Obrero, el ARI y el socialismo presentan postulantes y propuestas idénticas al justicialismo, la UCR o Recrear? Las diferencias, en algunos casos, constituyen un abismo que anula cualquier intento de poner -tal cual lo afirma un dicho popular- a todos los gatos en la misma bolsa. Y en segunda instancia, los profetas del escepticismo olvidan que es la propia sociedad nacional la que engendra a sus representantes. Pero ello no impide que muchos utilicen el privilegiado espacio televisivo para emitir generalizaciones destructivas, que sólo logran desvirtuar el profundo sentido de la democracia. El acto de votar constituye el punto de partida para toda nación lúcida, y el humor -paradigma de la inteligencia humana- debe ante todo proteger el marco en que mejor se desarrolla y crece: una sociedad abierta, tolerante y diversa, donde existen dirigentes políticos de toda clase, pero jamás un uniforme tono oscuro que en este caso sólo ven aquellos que ignoran las reales posibilidades de despegar que tiene la Argentina.
| |
|
|
|
|
 |
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|