Javier Parenti / Ovación
El final del entrenamiento se vivió a mil. Ahí salió a relucir que el plantel leproso está bien, motivado como diría el Bambino. La definición del trabajo con pelota fue mediante penales y la conquista de Adinolfi se festejó al máximo por el equipo gris. El uruguayo se tiró al piso aterrizando en un charco y sus compañeros lo llevaron en andas al grito de "¡dale campeón, dale campeón!". Pero ..., faltaba más. La guerra de barro entre ganadores y vencidos, que mostró a un destacado Mauro Rambo Rosales producido para la ocasión. Claro que muchos dirán que esto sería mejor si el equipo estuviera peleando bien arriba en las posiciones, aunque al menos es una buena señal de que ánimo para hacerlo hay y unidad para intentarlo existe. Pero es cierto, falta la cuota futbolística que sostenga esta alegría para sustentarla con resultados. Sin dudas que preparados físicamente están. Si todos soportaron el exigente trabajo físico de "saltabilidad y reacción que durante cincuenta minutos hicieron los jugadores en un buen nivel", como lo destacó el profe Weber, y después hicieron más de cuarenta minutos de definición y defensa en centros constantes. Y que tras el empate decretado por Esteban Pogany se definió con los penales que Lagorio le pateó a Pocrnjic y los de Adinolfi a Palos. Por lo general hay buena onda en las prácticas y en la de ayer se potenció porque el fin de semana no hay fútbol oficial, y por lo visto, la derrota ante Boca quedó atrás. Piques, saltos, recuperación, alargues, zigzag, todo en suelo pesado por el barro. Sí, la lluvia nunca es impedimento para que Alfredo Weber lleve adelante sus planes físicos. Sólo se trató de cambiar de cancha para no arruinar la principal ni la alternativa. Esto se hizo a conciencia, con seriedad. Las risas empezaron a asomar cuando entró a rodar la pelota. Pecheras rojas por un lado, buzos grises por otro. Ataque y defensa de cinco contra cinco hasta bajar a los mano a mano en el cabezazo. Sin pausas. Intenso. La última pelea quedó para Lagorio y Sacripanti, que finalizaron igualados en dos goles tras doce cabezazos. Entonces, penales. Carucha Lagorio representó a los rojos y empezó pateando. El uruguayo Adinolfi del otro lado respondió. Gol y gol, gol y gol, atajado y ... travesaño por cancherear. Otra vez gol y gol, atajó Pocrnjic y entonces sí gol uruguayo, festejo y final. Mauro Rosales ya estaba con vincha, camuflado con barro en la cara y en el cuerpo. Casi todos con barro para lanzar y hasta peleítas. Se las agarraron con Liendo, con Silvani, con todos hasta el ingreso al vestuario. Ahí sí terminó. Después la cuestión fue con el barro, pero en las zapatillas para llegar hasta los autos. Así se cerró una práctica por demás divertida. Buena para el ánimo. Necesaria para dejar atrás la última derrota y esperar motivados, como dice el Bambino, a San Lorenzo.
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