Año CXXXVI
 Nº 49.818
Rosario,
domingo  20 de
abril de 2003
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La posguerra. La pertenencia no siempre obligada al régimen de Bagdad
Sin Saddam, los miembros del partido Baas rompen sus carnés
Lujosas mansiones fueron abandonadas. Sus dueños huyeron o intentan pasar por iraquíes comunes

Beatriz Lecumberri

Bagdad. - Lujosas casas aparentemente vacías llenan las calles del barrio Al-Mansur, en el centro de Bagdad, y sus dueños, la mayoría miembros influyentes del partido Baas, bien hicieron las maletas cuando empezó la guerra, bien intentan ocultar su pertenencia a este partido, hoy proscrito. "¿Qué significa ser miembro del partido Baas? Nada en absoluto. Antes todos nos veíamos obligados a serlo, ahora, el régimen acabó y el Baas murió con él", afirma el propietario de una de las mansiones, que no quiere dar su identidad.
Muchos de los integrantes del Baas que se quedaron en Bagdad niegan hoy su pertenencia al partido por miedo a ser arrestados y temen ser delatados por sus vecinos. La palabra Baas provoca miradas huidizas y gestos de miedo entre los ciudadanos. "El partido no era solamente Saddam Hussein, también había mucha gente buena y capaz", explica uno de los vecinos del lugar, que dice llamarse Amir y que tras muchos rodeos y varios minutos de conversación confiesa su pertenencia al partido.

¿Afiliación forzada?
Profesor de química en la universidad de Bagdad, este hombre pertenece al grupo de los miembros del Baas que decidieron permanecer en la capital e intenta volver a su trabajo normalmente. "Todo Irak estaba regido por un sólo partido y quien quería ganar más dinero o tener una bonita casa tenía que unirse a él para conseguirlo. Además, los profesores, intelectuales o importantes hombres de negocios eran obligados a adherirse a la formación por ser ciudadanos de valía", explica.
Según él, pocos miembros eran adeptos convencidos de Saddam. La mayoría rompieron su carné del Baas hace semanas y no tuvieron miedo a volver a sus puestos de trabajo, ni a colaborar con las nuevas autoridades locales que se están poniendo en marcha. "Yo hubiera preferido no adherirme al partido y seguir siendo libre pero no fue posible", explica Amir, mientras los miembros de su familia, temerosos ante los últimos coletazos de un régimen ya desaparecido, lo instan a no contar nada a la prensa.
A pocos metros de su domicilio, se amontonan los escombros de cuatro casas, que la aviación estadounidense bombardeó el 7 de abril al creer que en ellas se escondía Saddam Hussein. "Los ricos del Baas tienen varias casas y no tienen problemas para esconderse, al igual que Saddam que está vivo y bien vivo", asegura.
De muchos miembros influyentes del Baas, algunos de ellos vecinos bien conocidos, no se tienen noticias desde el inicio de la guerra. Puerta tras puerta, nadie responde en las lujosas mansiones, algunas saqueadas por los ladrones, otras intactas y protegidas por guardas armados. "Algunos están en el interior de sus casas y tienen miedo de abrir a desconocidos", explican los vecinos.
En otras viviendas, sin embargo, los estadounidenses entraron y encontraron casas deshabitadas con armas y documentos abandonados en la huida precipitada. "Algunos miembros influyentes salieron del país antes de la guerra, otros han sido arrestados y el resto, como yo, están escondidos entre la población esperando que la situación se estabilice para volver a tener una vida normal", explica un capitán de la Marina mercante llamado Antisar, miembro del Baas, que alquiló una casa en el barrio a Falih Al Azawi, secretario de Qussai (uno de los hijos de Saddam Hussein). (AFP)



Soldados miran la pileta del palacio de Saddam en Owja.
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