| | Panorama económico Elecciones: cuanto más seguido, mejor
| Pablo Kandel
Si uno examina lo que ha venido sucediendo en el circuito económico en los últimos dos meses, llegaría a la conclusión de que es conveniente llamar a elecciones lo más seguido posible. Digamos, cada dos meses. Una serie de temas muy difíciles se destraban, o bien se patean para más adelante, y el cuadro superficial parece de alivio coyuntural y da la sensación de que se acierta en el manejo de la crisis. En esa apuesta, precisamente, finca la principal carta del candidato oficialista: empalmar con lo que ha venido logrando la actual conducción económica. No toma en cuenta, claro está, que se trata de una o, a lo sumo, dos elecciones, si es que hay ballottage. Después si gana tendrá que ponerse a gobernar sin poder patear más las cosas para adelante. Lo mismo los candidatos opositores, si es que triunfan, no tendrán pretextos para alegar por qué es imposible cumplir de inmediato las abundantes promesas preelectorales que formulan. Pero como el largo plazo se compone de una sucesión de cortos plazos, y en la Argentina está demostrado que nadie piensa ni planifica a largo plazo, el argumento vale. Algunos ejemplos sirven para ver si es así o no. En primer lugar, el gobierno anticipó al mes de mayo un aumento salarial de 50 pesos al sector privado, que previamente se pensaba lo iba a dar en junio o no lo iba a dar del todo. Lo hizo pensando en las elecciones y en favorecer a su candidato. No importa que una cantidad de empresas haya dicho que no lo van a poder pagar. Ese se considera el mal menor y como ha sucedido en otras ocasiones, cuando llegue el momento de pagar lo pagarán, y si no, no lo pagarán. Otro ejemplo de lo mismo: el campo amenazó con una rebelión fiscal de proporciones, el negarse a pagar impuestos, debido a que fueron rechazados sus planteos para que se le permitiera realzar el ajuste por inflación y que se le demorara en tres meses la presentación del impuesto a las ganancias. Sin embargo, ante la inminencia de las elecciones, el agro se limitará a protestar frente a agencias de la Afip pero no instrumentará el boicot activo al pago de impuestos, que vencen justamente dos días antes del acto electoral. Otro tema aparentemente insoluble es el tarifario: el gobierno intentó varias veces reajustar las tarifas, al final no lo consiguió y ahora se desentendió del problema, diciendo que finalmente lo debe dictaminar la justicia y depende de que el Congreso reforme la ley que impide todo tipo de indexaciones o reajustes. Todo lo cual queda para después de las elecciones. Pero mientras tanto, las tarifas no se mueven, lo que agrega puntos electorales, aunque todo el mundo sabe que el deterioro de la infraestructura de servicios públicos y transportes puede alcanzar proporciones imprevisibles. Pero eso será más adelante. También el éxito alcanzado por el gobierno al superar la meta fiscal fijada con el FMI se compone en parte de haber decidido postergar todos los pagos que no sean los estrictamente esenciales, incluyendo salarios y jubilaciones, para después de las elecciones. Aquí se acumulan deudas con proveedores y contratistas que pueden llegar a resultar muy conflictivas, pero por ahora robustecen el cuadro fiscal de equilibrio. Y en el mismo sentido se inscribe el acuerdo para eliminar antes de fin de año las cuasimonedas provinciales y el Lecop, lo que tendrá como contrapartida una gran emisión monetaria que no tendría que resultar inflacionaria porque todavía subsiste una gran capacidad ociosa en la economía, pero que deja un peligro latente para después de las elecciones. La política tributaria también alberga un grueso margen de interrogantes, como por ejemplo el propio administrador de Ingresos Públicos, Alberto Abad, reconoció que es inequitativo mantener el mínimo no imponible del impuesto a los bienes personales en 102.300 pesos, pero que fue inevitable a fin de no alterar el flujo de recaudación. Y lo mismo se puede decir en cuanto a la negativa de aumentar el mínimo no imponible y la deducción especial para la cuarta categoría, que hacen que uno tenga que pagar impuestos sobre una parte del sueldo que normalmente debería estar destinada al consumo, es decir, se resta de la capacidad adquisitiva, como también opera en el mismo sentido el aumento de los aportes personales del 5 al 11 por ciento que tiene lugar este año. Ahora bien: hay otra parte de los problemas que enfrentará el próximo gobierno que no tiene que ver con lo que hace o deja de hacer este gobierno transitorio. Es justo reconocerlo. El principal de esos conflictos es la caída del dólar que se produce no solamente en Argentina sino en todo el mundo. La principal causa de esta debilidad es que el gobierno de Estados Unidos, de George Bush, aparentemente se ha desentendido de lo que implica un déficit fiscal récord y ya no le interesa defender al dólar. Sabe que el resto del mundo se lo va a financiar y eso a su vez provoca altas tasas de interés y postergación del crecimiento sobre todo en las partes más vulnerables del globo, en América latina en particular. En consecuencia, la caída del dólar robustece la moneda argentina, también la brasileña y la de otros países, y trae problemas de competitividad y puede llegar a dificultar la recuperación de las exportaciones. Esto no se soluciona con elecciones seguidas.
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