"Es el testimonio de un mundo desaparecido". Así define Ovidio Lagos los relatos de su nuevo libro, "Argentinos de raza", una recreación de las historias de catorce figuras del pasado nacional que alcanzaron la estatura de personajes, "una condición humana perimida, pasada de moda, y que no tiene cabida en el mundo actual".
Según Lagos, "hay una Argentina que muere en 1970, producto de los cambios en el mundo y en el país: hasta entonces era un país muy culto, además de próspero, que dio cabida a una serie de personajes".
La idea de personaje, para Lagos, remite a un modo de vida. "La existencia, para ellos, era una suerte de permanente ejercicio de estilo, donde el diferenciarse del denominador común burgués era un imperativo categórico".
Según se lee en el prólogo del libro, los "argentinos de raza" encarnaban un tipo particular en ese marco, como "productos pulidos y refinados, con rígidos códigos estéticos, con notable dominio de varios idiomas y con una notable capacidad para transformar la vida en una fiesta perpetua. Sería un error creer que el dinero los convertía en personajes, ya que muchos de ellos no disponían de recursos económicos. Su capital era la imaginación y el refinamiento".
Una mirada nostálgica
Esas figuras, agrega Lagos, "cabalgaron los últimos años de una edad de prosperidad y no se destacaron tanto por ser intelectuales o artistas como por la arrolladora personalidad que tuvieron y por la marca que dejaron en muchas otras personas".
Entre otros, "Argentinos de raza" presenta a Arturo Palenque Carreras, el cineasta Luis Saslavsky, el pintor Domingo Candia, Nora Lagos -ex directora de La Capital-, Matilde Martínez de Hoz y Aarón de Anchorena.
Lagos escribió el libro en base a los datos de su propia memoria -"y a la profunda impresión que me dejaron"- ya que conoció y tuvo trato con los personajes en cuestión. "Tuve un contacto directo con ellos, lo que me permite un registro más intimista, más coloquial en la escritura. A veces era difícil entenderlos porque ellos vivían en un mundo rígido, de convenciones y uno tenía que acercarse. Lo que más se destacaba en ellos era su personalidad".
En ese sentido, "eran personas únicas en su discurso, sus actuaciones, su manera de vivir. Al escribir sobre cada una de ellas intenté recrear sus escenarios, es decir, la época, el estilo, la cultura en que actuaron. Me acordaba de todo, porque no te podías olvidar de esos personajes. Cada uno de ellos mostraba un carisma especial".
Lagos se define como "un gran nostálgico". "No sé si el mundo fue mejor o peor: creo que se perdieron muchas cosas y sobre todo que se perdió cultura -dice-. Este libro es el testimonio de un mundo desaparecido, interesante de recordar para los que lo vivieron y de observar para los que no lo conocieron".
Nacido en Rosario, Lagos se formó como periodista en el semanario Primera Plana. "Ernesto Schoó y Tomás Eloy Martínez hacían una mezcla de cultura y periodismo: no sólo en el estilo, en la narración, sino en cómo abordaban un personaje o una nota". Posteriormente se desempeñó, entre otros medios, en los diarios La Opinión y Ambito Financiero y como director del noticiero televisivo de canal 47 de Nueva York. Publicó una novela, "El aromo caído" (1991) y "La pasión de un aristócrata", biografía de Marcelo T. de Alvear y Regina Pacini.