Año CXXXVI
 Nº 49.818
Rosario,
domingo  20 de
abril de 2003
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Una figura oculta de la literatura argentina
Rescatan en una muestra la obra plástica del poeta Jacobo Fijman
Fue pintor, músico ambulante y falleció en un hospicio. Crece la valoración de su producción

Jorge Boccanera

La figura del poeta surrealista Jacobo Fijman, peón de aserradero y músico ambulante, pintor, profesor de francés, místico que vivió 30 años en un hospicio y que contaba que nació gritando que él era el Mesías, vuelve a ser recordada, esta vez a través de su obra plástica, exhibida en la galería Rubbers de la ciudad de Buenos Aires.
A los libros aparecidos en los últimos años, "Jacobo Fijman, una poética de las huellas", de María Amelia Arancet Ruda (un estudio de casi 700 páginas), "Otras realidades. Homenaje a Jacobo Fijman" de Carlos Eduardo Gallegos (ensayo breve y diálogo poético) y "El Cristo rojo. Apuntes para una biografía" de Daniel Calmels (con textos y dibujos inéditos), se suma ahora una exposición de su obra plástica en la Galería Rubbers (Suipacha 1175), integrada por 29 trabajos, básicamente pasteles.
De la colección del mismo Calmels -psicólogo social y psicomotricista con varios libros de poesía en su haber- sale esta muestra pictórica que devela una de las facetas menos conocidas de una figura, la de Fijman, que no deja de llamar la atención.
"Hay mucha gente interesada en Fijman; estudiosos, personas que buscan primeras ediciones de sus libros, poemas manuscritos, dibujos. Sin duda que su atractivo es su condición de judío convertido al cristianismo, y su experiencia de escritor que transitó estados de locura", apunta Calmels.
Y sobre el Fijman pintor, dice: "En 1924 se reunía todas las semanas con el grabador Pompeyo Audibert y el pintor Planas Casas en un taller de grabado en San Telmo; los acompañaba un muchacho, Juan Battle Planas. Ellos conforman el primer grupo surrealista argentino. Por esos años los dos primeros hacen una carpeta con grabados inspirados en poemas de Fijman; son los que ilustran su libro «Molino Rojo»".
La vida del poeta está signada por una espiritualidad trabajada por el desamparo. Místico y asceta, nació en 1898 en la ex Rumania y a los 4 años llegó a la Argentina con sus padres. A mitad de los 20 comenzó a publicar poesía y hacia fines de la década realizó dos viajes a Europa.
De regreso vivió a los saltos por distintas provincias argentinas, Paraguay y Brasil: tocó el violín en cafetines, fue peón de estancia, sereno y trabajó en un aserradero. Tras una crisis religiosa fue internado en el hospital Borda donde permaneció hasta su muerte.
"Me conmovió siempre su estado de soledad y cómo aparece eso en su obra -afirma Calmels-. En comparación con el resto de los poetas de la revista «Martín Fierro», como Oliverio Girondo y Jorge Luis Borges, amparados por un contexto familiar y social, Fijman posee, como único sostén de la identidad, su creatividad. No tenía familia, era un extranjero sin posibilidades económicas".
En su obra "Fijman equipara locura con soledad y a diferencia de otros, no considera a la locura como aislamiento, sino como elevación. Como creyente, coloca un verso clave: «me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío». Este libro posee una religiosidad general. El título tenía que ver con un molino de pimienta de su cocina y que para él representaba el vértigo".

Vanguardista solitario
La pintura es la parte más desconocida del poeta. "Comenzó a pintar en la adolescencia y, cuando entrevé en sus trabajos un futuro exitoso, los quema. Estaba lejos de la vanidad. Y retoma la pintura cuando lo internan en el Borda, pero como purificación de los sentidos", dice Calmels.
En ese momento "trabaja con carbonilla, lápiz, pastel, tintas; con la figura humana, especialmente la cabeza y el rostro, el resto aparece difuminado, también Cristos y autorretratos".
Otra recurrencia es el símbolo de la cruz que incorpora a su firma. "A su caligrafía también podría vérsela como parte de su trabajo plástico; escribe en letras de molde con mayúsculas y con inclinaciones de oleajes, formas ondulantes".
Prosista, pintor y músico, a Fijman se lo reconoce fundamentalmente como poeta; en ese género publicó "Molino rojo", "Hecho de estampas" y "Estrella de la mañana".
Se cuenta entre los poetas nucleados alrededor del periódico "Martín Fierro" y para Calmels "es un vanguardista que se desmarca por el trabajo con la imagen de las tendencias en boga; escribe uno de los primeros libros surrealistas: «Molino Rojo». El resto de su producción se sostiene en símbolos cristianos como la paloma y la cruz, pero allí falta el cuerpo, los sentidos".
Según Calmels "«Molino rojo» es una especie de diario íntimo que refleja su padecimiento. Ahí está su testimonio cuando a los 22 años lo internan por primera vez y su internación en el hospital Borda en 1942 hasta 1970, año en que fallece de un edema pulmonar".
En un mundo disciplinado, Fijman fue el hombre de la paradoja: se sintió pleno en lo despojado, vestido en la desnudez, acompañado en la soledad. Fue calificado de poeta del surrealismo, cuando en verdad lo que era surrealista era la realidad que tenía enfrente de sus ojos.



Una pintura de la galería Rubbers de Buenos Aires.
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