Melania Pérez / La Capital
Los expertos en pintura suelen certificar la legitimidad de una obra por las particulares características que distinguen los trazos del pintor. Así, la pincelada es igual a una huella digital única e irrepetible. Lo mismo sucede con la voz de Melania Pérez. La cantante salteña presentó el jueves último su segundo álbum solista, "Igual que el agua... cantando", con un impecable concierto que brindó en la Sala Lavardén. Ante la escasa cantidad de público que desafió la desapacible noche para escucharla, Melania cantó y contagió su profunda compenetración con las obras de un exclusivo repertorio, mostrando una coloratura y un rango de voz excelentes. Desde "Por qué los pobres no tienen", de Violeta Parra, tema con el que abrió su presentación, la ex integrante del Dúo Herencia demostró que los años sólo le han agregado experiencia a su garganta. Dueña de un garbo que la pinta como mujer de su tierra, la salteña alternó sus regalos con imágenes regionales y sonidos viscerales, propios de una cerril bagualera. Con expresiva gestualidad, Melania interpreta desde el fondo de su alma cada canción. Y además elige muy bien su repertorio. Así "Bagualera de albahaca", de Ariel Petrocelli, por los oficios de su prodigiosa garganta consiguió erizar la piel de la platea e hizo coincidir las imágenes de curtidas mujeres del Noroeste argentino con las de las negras bluseras del sur estadounidense. A la hora de cantar la compenetración de la artista con las obras que interpreta es tal, que su aspecto físico va cambiando al compás de sus canciones. Con el huayno "La canastita", Melania se pone luminosa y con "La Santamariana", del Cuchi Leguizamón, baila, tiembla y modula. Con "La Taquiña" vuelve a la fiesta, y se pone profunda y reflexiva con "Crece quiquicha", un alegato anticolonial narrado con palabras de una sutil simpleza y profundidad. Secundada por Miguel y Mariano Delgado, en guitarras, y Diego de la Zerda, en percusión, la artista ofreció una selección de zambas, cuecas, bagualas, huaynos y chacareras que dejaron al escaso público con ganas de mucho más. No fue suficiente el recorrido por temas de vuelo poético como "Tonada del angelito", de Armando Tejada Gómez, ni la tradicional "Porqué será que parece", de Buenaventura Luna, Cacho Valles y Fernando Portal, en una versión remozada que no le quita un ápice de autenticidad al tema. Por eso la cantante también se prodigó con la "Zamba de Lozano", en la que mostró su voz como un delicado instrumento capaz de dibujar la melodía en volutas, y con la picaresca de "El viaje de la pastorcita", de Sixto Palavecino, tema que arrancó sonrisas y palmas del público. Tras ofrecer una delicada versión de la "Chaya de la soledad", de César Perdiguero, Melania se despidió con "La bagualera", canción que retrotrajo las memorias a los años 60, cuando La Voces Blancas se consagraron en Cosquín enarbolando la voz distintiva de la cantante como un estandarte. Sin embargo, la entusiasta concurrencia exigió más y los artistas regresaron a escena para interpretar la "Vidala del nombrador", donde la vocalista hizo gala de su vena bagualera, sorprendiendo con lamentos plañideros que lograron transportar el teatro a los paisajes de cerros pintados de la geografía salteña. Por si faltaran pruebas, el adiós llegó con "Si llega a ser tucumana", de Miguel Angel Pérez y Cuchi Leguizamón. Así la cantante remató una gala folclórica que mereció mejor suerte de público pero, a los que fueron, les regaló una noche inolvidable.
| La cantante entonó temas tradicionales argentinos. (Foto: Enrique Rodríguez) | | Ampliar Foto | | |
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