La vida de José Nasello y su familia cambió abruptamente a partir del 16 de septiembre del año pasado. Ese día, este obrero metalúrgico de 33 años fue al Hospital Carrasco a sacar un turno para sus hijas de 6 y 4 años, que estaban enfermas, cuando de pronto se vio esposado, interrogado y trasladado a un patrullero acusado de un delito que él, asegura su esposa, no cometió: el abuso sexual a punta de pistola de tres jovencitas en la zona oeste. Dos de ellas lo habían reconocido como el autor de la violación y por eso fue detenido. Pero él y sus familiares juran que existió una terrible confusión a causa del parecido físico que tendría José con el verdadero violador. Pasaron siete meses desde aquella mañana en que su esposa, Marcela Beserini, sintió que se terminaba el mundo pero confió en que todo se aclararía en cuestión de días. En ese lapso José transitó por varios penales alojado con otros detenidos por delitos sexuales, adelgazó 35 kilos de los 115 que pesaba y resultó procesado a raíz de una única prueba, el señalamiento ocasional de las víctimas. En su casa, sus hijas debieron iniciar un tratamiento psicológico desde que se enteraron que su papá está preso. Hasta ahora Marcela quiso manejar el tema con discreción para no exponer a sus hijas, pero desde que su marido fue enviado a juicio decidió contar su historia. El hecho por el que está imputado José ocurrió el 7 de julio de 2002 a la madrugada. Dos hermanas de 23 y 21 años y una amiga de 23 fueron interceptadas por un hombre de unos 40 años cuando volvían de bailar. El agresor, corpulento, de pelo largo y armado al parecer con una 9 milímetros, les exigió algo de plata pero las chicas no tenían nada de valor. Luego las obligó a saltar el muro de una casa de 9 de julio 5140 y caminar hasta el final de un estrecho pasillo donde las obligó a practicarle sexo oral y penetró a una de ellas en forma anal. Dos de las víctimas aseguraron, al momento de hacer la denuncia, que no habían podido verle la cara. Dos meses más tarde, a las 7 de la mañana, dos de ellas aguardaban un turno en el Hospital Carrasco cuando vieron pasar a Jorge: "Advertí un masculino similar pero no dije nada. Y cuando lo vio mi amiga me dijo: «¿Ese no es el tipo que abusó de nosotras?»", reveló la joven, que entonces llamó a la policía. A Jorge lo apresaron en el lugar sin que hubiera intentado escapar. Marcela asegura que ofreció varias pruebas para demostrar la inocencia de su compañero: "Pedí un careo, una reconstrucción del hecho y una prueba de voz, pero el juez no hizo lugar", plantea mientras hojea una vez más las fotocopias del expediente. Antes de ser detenido José trabajaba en Borrel, una fábrica de caños donde está muy bien conceptuado y "le están guardando el lugar". Mientras tanto, Marcela tuvo que pedir ayuda económica a sus familiares ya que su esposo era sostén de hogar. "Mi marido no salía nunca. Iba del trabajo a casa y de casa al trabajo. Y desde que nació la nena no fue más a la cancha, y eso que él a Central lo seguía a todas partes", confiesa la mujer de 36 años, mientras Giuliana, de 6, y Georgina, de 4, hacen dibujos en la mesa de un bar. La pareja lleva cinco años de matrimonio tras un noviazgo de 16 años. Marcela recuerda muy bien la noche en que ocurrió la violación imputada a su marido porque ese fue el día del cumpleaños de José. "No se me caía una moneda para hacerle una torta", rememoró. Por eso se quedaron con las nenas y los padres de José en su casa de Pasco al 300. Eso es lo que contó Nasello al ser indagado: "El día de mi cumpleaños estuve todo el día en mi casa". La vivienda fue allanada en busca del arma, las botas, el jean o la campera que usó el violador, pero nada de eso fue hallado. El 19 de septiembre Marcela confirmó las sospechas de que su marido está preso por una confusión. Ese día pasó bajo la puerta de su casa un mensaje anónimo con la foto de un hombre idéntico a José, su identidad y un dato: que en 1995 estuvo preso por violación. Pero esa pista no fue comprobada. José fue señalado por dos de las víctimas en una rueda judicial. Una lo sindicó sin dudar. Otra aclaró que el violador era mucho más robusto. "Yo a estas chicas yo no las voy a juzgar. Yo tengo hijas mujeres y entiendo por lo que pasaron. Pero ahora nosotros somos las víctimas. Lo único que pido es que si no están seguras, no señalen", imploró Marcela. Con esa prueba el juez de Instrucción Osvaldo Barbero procesó a José como autor de tentativa de robo, privación ilegítima de la libertad y abuso sexual con acceso carnal calificados por el uso de arma. La resolución fue apelada ante la Sala Tercera de la Cámara Penal, que ahora debe resolver si mantiene o revoca la medida. Mientras tanto, el tiempo seguirá pasando y Marcela no deja de pensar en el lapso mínimo que se llevaría el juicio con su esposo entre rejas. "Con él está detenido Néstor Fica (el médico que confesó ser el auténtico «violador del centro» cuando había un inocente detenido). Yo pienso en esas cosas injustas y estoy convencida de que con él está pasando algo parecido", expresó.
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