Ropa étnica, bordada, con flecos, de texturas rugosas, con canutillos, tejidos y galones. Apliques en crochet, con cuero, caracoles, argollas y trenzados. Bolsos de red, carteras de fibra, zuecos con piedras, ositos de lana, cajas de madera pintada, lámparas de tela y de papel. Velas, esencias, vidrios soplados y planchas decorativas de gel. Los productos de factura casera o con al menos un touch artesanal invadieron todos los rubros: indumentaria, ropa de cama, repostería, juguetes, bijouterie y decoración. Es que aunque las modas que se ven en la ciudad reciben fuertes dictados de afuera, esta vez esas tendencias casaron bien con la necesidad. Y el look hippie resucitado que desembarcó en las vidrieras hace meses no sólo abrió las puertas a la imaginación, sino también al rebusque de muchos.
La influencia es tan fuerte que aun los productos fabricados en serie prometen mantener un sesgo artesanal durante un largo tiempo. En una de las más tradicionales tiendas de la ciudad, ya hay carteles que anuncian la permanencia de "lo étnico" como sello en las colecciones de otoño-invierno.
Colores cálidos y terrosos, cueros y gamuzas combinados con lana y tela, flecos y pasamanería, apliques bordados y toques rústicos son algunos de los guiños de reverencia que las marcas rinden a la producción verdaderamente artesanal, por definición de pieza única.
Pero ese look no sólo se ve en ropa como jeans, camperas, remeras y sweaters, sino también en el calzado y los accesorios. Sandalias y zuecos, carteras y bolsos, fajas y cinturones, combinan toda clase de materiales y texturas.
Los juguetes suman lo suyo: el peluche importado, que ya no cuesta dos pesos, dejó lugar al osito tejido de lana, chic, nostálgico y mucho más artesanal. Y en objetos del hogar y decoración la tendencia repite: poco minimalismo, algo de cool, pero sobre todo materias cálidas, texturadas, con un fuerte rescate de tradiciones étnicas. En materia culinaria, también hay cada vez más oferta de panes y tortas artesanales paquetamente envasadas con papel reciclado y cartón corrugado.
Manos a la masa
Paralela a estas tendencias, que incluso respetan los productos de marca, la vocación artesanal fue ganando cada vez más adeptos. Algunos creían no tener habilidad con las manos o que les faltaba paciencia para el oficio. Otros contaban con ganas, pero no con el tiempo. Lo cierto es que cada vez son más los que se deciden por la artesanía, ya sea porque "ayuda económicamente hasta conseguir un trabajo" o porque "mantiene la cabeza ocupada en algo productivo".
Los números del fenómeno hablan por sí solos: unos 1.200 rosarinos integran las ferias artesanales que funcionan en distintos barrios de la ciudad. Pero el boom no se agota en esas cifras, porque hay otros miles que se proveen materiales para trabajar en sus casas y luego vender los productos en negocios o tendiendo su propia red.
El fenómeno tiene antecedentes porque a ellos se suman los artesanos más veteranos que pertenecen a las primeras camadas, pero que, pese a la competencia, no guardan rencor a los novatos. "Podemos trabajar todos", expresan.
Sumaban 60 los artesanos que hace más de 30 años decidieron instalarse en la plaza del Foro, ante Tribunales: esa fue la primera feria en Rosario. Pero el boom, recuerda el artesano Gustavo Longo, fue "en el 81, cuando el mercado se instaló en la plaza Pringles. En esa época la gente compraba mucha artesanía".
Longo es artesano hace más de 30 años, pero decidió no entrar en la competencia con quienes arrancaron en los últimos tiempos. "Todos tenemos que trabajar. Lo bueno es que cada uno pueda volcar en las producciones un toque personal. Me parece bien que lo hagan, pero honestamente", se sinceró el artesano.
"Los más viejos tenemos una línea de trabajo, no nos dejamos llevar por una moda", afirmó. Algo que sí se percibe entre quienes recién ingresan al oficio. "La mayoría de los artesanos que se presentan para formar parte de la feria hacen velas y manualidades con resina", contó la coordinadora del Centro Cultural Parque Alem, Susana Fandiño.
Esa es, justamente, otra de las vetas fuertes. Por ejemplo: cada vez hay más puestos en la calle y galerías que venden "aromas": sales, velas, jabones, sahumerios, flores secas y esencias. La resina y el gel también abundan, y mucha gente logra colocar una pequeña producción en los quioscos de barrio o haciendo publicidad de boca en boca.
Quizá no dé para hacer fortuna, pero permite "ir yugando". Mientras tanto, no sólo deja algo de plata, sino también placer. Los artesanos cruzan los dedos: que la onda artesanal se mantenga. Y, si no, nuevamente habrá que revivirla.