"La fe mueve montañas y por eso están todos ustedes esta noche acá". Con esa frase, el padre Ignacio Peries resumió el espíritu con el que miles de files recorrieron ayer más de siete kilómetros por los barrios Rucci y Parquefield, en el noroeste de la ciudad, bajo una persistente lluvia que no cesó durante todo el trayecto. Sacerdote y creyentes no se cansaron de pedir a Dios por paz, salud y trabajo. Esas parecieron ser las cuestiones que causaban más desvelo entre los feligreses. "Todos los años vengo a llevar la cruz. Es importante para mí. Me da fuerzas para seguir peleando todos los días", dijo Andrea, una joven de 30 años que llorando esperaba que los colaboradores del padre Ignacio la ayudaran a cargar el crucifijo durante algunos segundos. La mujer le había pedido el año pasado a ese Cristo crucificado que la ayudara a conseguir un trabajo. Y hoy el empleo es una realidad. Esta vez, la joven pidió a Dios que la ayudara a realizar el sueño de la casa propia. "Estoy segura de que en esto tampoco me va a abandonar". Marcos, un cadete de la Escuela de Policía, también hizo una larga fila hasta llegar al Cristo enclavado en la cruz. "Le pedí por mi abuelo que está muy enfermo", dijo el uniformado. Pero claro, ellos representaban casi las excepciones. La gran mayoría iba a pedir "a Dios y al padre Ignacio" que les concediera salud y trabajo. La primera estación de las doce que se recorren durante el vía crucis de 7 kilómetros estaba ubicada en una de las viviendas de Parquefield. "Para nosotros es una bendición que nuestra casa sea una de las estaciones", comentó una de las jóvenes que vive allí. La muchacha admitió que la situación hoy por hoy no es nada sencilla para ella y su familia. La falta de empleo está haciéndoles pasar días difíciles y a partir de ayer esperaba que el panorama se transformara. "Dios no nos va a abandonar", recalcó. Mujeres, hombres mayores, algunos acompañados con sus bastones, y niños, todos aferrados a sus paraguas, hicieron el trayecto que recordó el calvario de Jesús antes de su muerte. "Si Diosito pudo caminar cargando la cruz, cómo yo no voy a poder recorrer estas poquitas cuadras abajo de la lluvia", dijo Vanina, de 9 años, que fue para pedir que la ayude "con las tareas en la escuela y pueda pasar de grado". Su madre, Marcela, en cambio, pedía para que su familia pueda mejorar su crítica situación económica. El vía crucis representó no sólo un acto de fe. Muchos intentaron que fuera una especie de salvación, al menos transitoria. Nico tiene 8 años. Es la primera vez que llegó hasta ese barrio lejano para él. Vive en Circunvalación y 27 de febrero. Bajo la lluvia, con un viento helado y en medio de la noche cerrada, el pequeño no dejaba de ofrecer "pranilé (sic) a un peso". El chico debutaba este año como vendedor ambulante. "Vine a ayudar a mi papá. Es la primera vez que él trabaja de esto. Antes tenía otro empleo. Pero como lo echaron ahora tiene que hacer cualquier cosa para que podamos comer", contó el niño, que a la hora de elegir, prefiere ir a la escuela a tener que trabajar. El ejército de colaboradores que rodea al padre Ignacio se ocupó de la organización. Si bien nadie se atrevió a dar cifras concretas, los allegados al sacerdote calcularon que participaron del vía crucis unas 150 mil personas. En cambio, algunos efectivos de seguridad estimaron que los fieles rondaban entre los 80 y los 100 mil. Más allá de las cifras, todos hicieron el recorrido. Una marea de paraguas caminó las calles. "El año pasado también llovió", recordaban los fieles. Pero también tenían la esperanza de que ocurriera lo mismo que la vez anterior: "Cuando el padre Ignacio subió al puente (sobre Circunvalación) para dar la bendición, paró de llover". Esta vez, la cosa no fue así. El viento pareció soplar con más furia. El frío se hacía sentir hasta en los huesos y la lluvia ya para entonces había calado hasta en los lugares más recónditos de cada uno de los participantes. No obstante, ninguno se movía de su lugar. Ninguno quería dejar de ver al padre Ignacio y recibir su bendición. "Gracias por su fe, gracias por acompañarme siempre. A pesar de la lluvia, ustedes están aquí, lo que demuestra que la fe es grande y esa fe moverá el corazón de Dios", dijo el sacerdote desde lo alto del puente de Circunvalación al terminar su bendición.
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