Beatriz Lecumberri
Bagdad. - Todo tiene un precio en las calles de la ex-Saddam city hoy llamada Al-Sadr, y a pesar de estar rodeada de mezquitas y escuelas de religión, esta gran favela shiíta vive peligrosamente al margen de cualquier ley a escasos kilómetros de los tanques estadounidenses que ocupan Bagdad. Aislado, proscrito y abandonado por Saddam Hussein, este barrio miserable donde se hacinan más de 2 millones de personas, la mayoría procedentes del sur, de ciudades como Karbala o Najaf, ha perdido el miedo en los últimos días y se deja llevar por el entusiasmo de un nuevo futuro para el pueblo iraquí. En las calles, inundadas de un olor nauseabundo por las toneladas de basura acumuladas bajo el sol y las tuberías de desagüe rotas, se mezclan imanes con ladrones, personal humanitario con extremistas islámicos y mujeres enteramente cubiertas de negro con civiles armados convertidos en milicias de autodefensa. Los disparos suenan repetidamente en la avenida que divide esta favela en dos, pero nadie corre despavorido. Debe ser la costumbre. Los hombres forman grupos pequeños y negocian sin esconderse de la mirada de extraños: es el mercado de fusiles y revólveres al aire libre. Cualquiera puede disparar al aire para probar que las armas están en buen estado. Ahmed, anciano de más de 75 años está sentado en el suelo con las piernas cruzadas y su imprescindible «kefiah» intentando vender un rifle de caza. "Una antigüedad que funciona como nuevo", asegura proponiendo un precio de entrada de 100 dólares que provoca las risas a su alrededor. Un poco más lejos, se vende alcohol, se cambia dinero y se proponen piezas robadas en el centro de Bagdad en los últimos días cuyo origen es desvelado por los vendedores: Sillas y mesas del Banco Central, pantallas de ordenadores del ministerio de Planificación, lámparas del palacio de Saddam, estanterías del Registro Civil... "Todo a precio de ganga", recalca Hamar, ratero que quiere deshacerse de su botín rápidamente. En este particular mercado hay quien dice que se pueden incluso comprar órganos o traficar con mujeres. No obstante, el acceso a este tipo de negocios está cerrado a los ojos de un extranjero. En torno a esta particular plaza de compra-venta, ondean las banderas verdes y negras que indican que aquel pueblo es shiíta. La ciudad cambió de nombre, muchas calles y hospitales llamados Saddam Hussein también: en este barrio miserable no debe haber nada que recuerde a un régimen "opresor" hoy ya inexistente. Las mezquitas y las escuelas coránicas se multiplican. Muchas de ellas estuvieron cerradas durante el régimen y abrieron sus puertas esta semana para convertirse en la mayor autoridad de esta favela donde, como en el resto de Bagdad, el orden lo imponen los propios ciudadanos. A las puertas de la mezquita de Al Rassul, llamada del Profeta, hombres con kalashnikov protegen a un particular «sayyed» (descendiente del profeta), completamente vestido de negro y también armado con un reluciente revólver. Este hombre consagrado a Alá, convertido desde hace una semana en encarnación del poder y la justicia en la región, recibe diariamente a decenas de personas, dicta órdenes y procura el bienestar de sus fieles. "Saddam City, llamada ahora Al-Sadr City y conocida siempre como la ciudad de la Revolución, mostrará que tiene mucho que decir en el futuro de Irak", promete. (AFP)
| Hasta las balizas de un móvil policial abandonado hurtan. | | Ampliar Foto | | |
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