Año CXXXVI
 Nº 49.815
Rosario,
viernes  18 de
abril de 2003
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Reflexiones
Frondizi, un hombre que amó a su patria

Miguel Kilibarda (*)

Hace ocho años moría Arturo Frondizi. ¿Por qué recordar hoy a Frondizi? Pensamos que recordarlo y homenajearlo es porque fue un argentino que tuvo muy claros los principios y valores de la decencia, de la honestidad y de la ética que deben acompañar a todo hombre público.
Cuando observamos el estado en que se encuentra la Nación; cuando vemos el punto a que hemos llegado, comprendemos la importancia que los valores señalados adquieren en el gobierno de la sociedad. No se trata de simples crisis políticas ni económicas, sino de verdaderas crisis morales, de pérdida de los valores sustanciales que deben presidir la acción de los gobernantes. Etica, visión estratégica y proyecto nacional.
Por ello la primera reflexión que nos motiva el recuerdo de Frondizi son sus valores humanos; el celoso resguardo de la vida familiar, su conducta pública y privada y la forma de ejercer la política. En la actualidad parecen haberse perdido estos principios éticos.
La segunda cuestión que nos mueve es la visión estratégica que tuvo Frondizi respecto del destino de nuestra Nación. Siempre creyó que la Nación como tal era una entidad que debía preservarse y fortalecerse, discrepando con la opinión de muchos que afirmaban que la "globalización" había terminado con el concepto de Nación. Por eso el primer paso a seguir, dentro de la concepción de Frondizi, era reafirmar la identidad nacional y desde allí crecer hacia los compromisos globales.
Cuando asumió el gobierno en 1958 el fenómeno de la "globalización" ya existía. La globalización no es sino la manifestación del poder hegemónico de las grandes potencias, de los imperialismos ideológicos, políticos y económicos. Le tocó gobernar dentro de una tremenda crisis económica y de una profunda división política tanto interna como externa.
En lo interior, sobrevivía la división odiosa entre peronistas y antiperonistas, que llegó a enfrentamientos cruentos y a fusilamientos impunes. En lo exterior, el mundo estaba dividido ideológicamente entre los imperios de Oriente y Occidente, que libraban una implacable guerra fría. A consecuencia de claras medidas de gobierno tendientes a hacer efectiva la política de desarrollo sufrió sin compasión numerosos planteos y rebeliones militares, que sin embargo no torcieron el rumbo de su gestión.
Entendió claramente dónde debía ubicarse la Argentina, y qué tenía que hacer para superar el atraso y la decadencia.
La tercera consideración es precisamente su proyecto nacional. La integración y el desarrollo de la Nación en su conjunto lo llevaron a aplicar un programa apto para lograr esos objetivos. Tuvo el coraje intelectual suficiente para desechar incitaciones ideologistas y asumir, desde la realidad, las tareas que la Nación le demandaba.
Desde muy joven se entregó al estudio de los problemas que aquejaban al país y a bosquejar las soluciones más adecuadas para su superación. La pasión y la crítica fueron vertientes insoslayables de su naturaleza intelectual. Ocupó una banca en el Congreso de la Nación desde 1946 a 1952. Brindó en debates memorables no sólo sus sólidos conocimientos sino su integridad moral, y es recordado entre quienes jerarquizaron nuestro Parlamento junto a Aristóbulo del Valle, Alem, Pellegrini, Sarmiento, Palacios y Lisandro de la Torre, quien le entregara a Frondizi el texto de la Constitución que empleaba siempre para sus debates, y que Frondizi conservó como uno de los obsequios más preciados.
Del repaso de su actuación parlamentaria podemos recordar sus afirmaciones del 1º de junio de 1950, cuando refiriéndose a la función del Parlamento dentro de la estructura republicana, dijo: "Para que exista un régimen constitucional en la República, no es suficiente la existencia de un edificio que se llama Congreso nacional, ni un recinto como este, ni un reglamento ni estas bancas. Es preciso que el Congreso argentino funcione en la integridad de su capacidad y sus atribuciones. Es imprescindible que en el Congreso de la Nación Argentina se sienten representantes de partidos políticos, pero que por sobre todo se sienten representantes del pueblo dispuestos a servir los ideales de la Nación Argentina, en sus grandes aspiraciones".
También merecen recordarse sus repetidas intervenciones entre los años 1947 y 1950, cuando se opuso tenazmente a que la República firmara el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar). Cuando finalmente el canciller Bramuglia ratificó dicho tratado, Frondizi señaló que "era inútil firmarlo, porque el mismo beneficia únicamente a quien lo propicia, Estados Unidos, y nunca llegará al resto de las naciones americanas". Y no se equivocó Frondizi. Cuando por primera vez, en 1982 durante el conflicto de Malvinas, se pidió la aplicación del Tratado de Asistencia Recíproca, Estados Unidos vetó su acción y ayudó a su principal socio, los ingleses.
Siendo presidente de la República, coincidió su viaje oficial a Francia con el tratamiento en las Naciones Unidas del tema de Argelia. En tal oportunidad Frondizi ordenó al embajador argentino votar a favor de Argelia. Por este motivo la Cancillería le aconseja postergar el viaje a Francia, por temor a que no fuera bien recibido. Frondizi rechazó el consejo y viajó igualmente a Francia y, cuando Charles De Gaulle lo recibe en el aeropuerto de Orly, lo hace en forma protocolar y lo primero que le dice es: "Presidente Frondizi, usted votó contra Francia", y Frondizi le contesta: "Señor presidente, Francia nos enseñó esa trilogía magnífica de libertad, igualdad y fraternidad. Los argentinos no la hemos olvidado. Lamentablemente, Francia sí". De Gaulle lo miró un instante y lo estrechó en un emocionado abrazo.

Sencillez y austeridad
Frondizi fue un hombre sencillo y austero, un republicano en serio. El paso del tiempo recupera su figura. La serena reflexión de su vida y su obra se impone por sobre el apasionamiento de los viejos desencuentros.
Fue un visionario en el sentido más recto de la expresión. Murió como vivió, sin ostentaciones ni riquezas. Por eso podemos decir de él que fue un hombre cabal, que amó a su patria.
(*)Presidente de la convención del MID de Santa Fe


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