Oscar Lehrer / La Capital
Nadie imaginó que sería tan grande. Ni sus padres. Cuentan que de chico en su casa de Wilmington (Carolina del Norte) era perezoso y tímido, aunque cuando salía con sus amigos se metía seguido en líos. Además le gustaba el béisbol -fue uno de los lanzadores top del Estado- y cuando eligió la naranja a los 15 años sufrió una frustración que podría haber terminado rápido con su carrera. Fue en su primer año en el secundario Laney, cuando quedó afuera del equipo por medir 1,78 metro. Como figura regional, pasó a la Universidad de North Carolina, donde ya se destacó pero no pintaba para superestrella. Así lo certifican las palabras de Rod Thorn, manager de los Bulls, tras elegirlo en el tercer lugar en el draft del 84. Después algunos quedaron maravillados con su capacidad atlética, sobre todo el salto y la habilidad para mantenerse en el aire y realizar acrobáticas volcadas con la lengua afuera. A varios les llamó la atención su facilidad para anotar puntos desde distintas formas, lugares y situaciones, en especial los tiros en los segundos finales que sumaban triunfos y títulos. Michael Jordan, el mejor jugador de todos los tiempos de la NBA, jugó anoche su último partido cuando con su equipo, Washington Wizards, perdió por 107 a 87, en el First Union Center ante Philadelphia Sixers, en la jornada de cierre de la fase regular de la liga profesional de básquetbol de los Estados Unidos (NBA). Jordan no pudo culminar su carrera con el ingreso a los play off, ya que su equipo quedó noveno en la Conferencia Este. Pese a que los Wizards no estarán en la postemporada, Jordan tuvo actuaciones relevantes. "Para mí fue una decepción no clasificar a los play off, pero en estos dos años como jugador me di cuenta de qué jugadores debo contratar para potenciar a los Wizards", sentenció. Mucho se especuló en las últimas semanas con la posibilidad de que Jordan continuara desplegando su talento en alguna otra franquicia de la NBA, Los Angeles Lakers o Charlotte, que tendrá otro equipo a partir de la próxima temporada. Sin embargo, Jordan ratificó que ayer jugo su último partido y puso terminó así a 15 años en lo más alto de la apasionante NBA. Jordan se cansó de ganar títulos: seis con los formidables Chicago Bulls, 10 premios de goleador, cinco veces jugador más valioso (MVP), 14 veces participó del Juego de las Estrellas e integró el primer Dream Team (el único), junto a Earvin Magic Johnson, Larry Bird y Charles Barkley, primero en el Preolímpico de Portland 1992 y posteriormente ese mismo año en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Dos veces se retiró: primero en 1993 y volvió en 1995 para darles tres títulos más a los Bulls, y también se fue en 1998 para regresar, aunque con otra camiseta, la de los Washington Wizards, en 2001. Anoche recibió homenajes de sus compañeros, amigos y de los aficionados, que le dieron el adiós definitivo a una indiscutible megaestrella, que seguramente muy pocos podrán igualar y mucho menos superar. Pero el legajo que deja va más allá. Jordan fue el más grande atacante aunque alguna vez quería ser el mejor defensor. Se trató del más talentoso de las últimas décadas, pero también del que más trabajó para mejorar su juego. Para él los entrenamientos fueron tan importantes como los juegos. Hoy gracias a su reinado, hay partidos en México, Asia y Europa y se ven juegos y venden remeras desde Ghana hasta Chechenia. Jordan no supo de fronteras. Lo aman e idolatran en cada rincón del planeta. ¿Habrá otro igual? No se sabe, y no porque no nazca alguien con sus cualidades físicas y técnicas, ya que de hecho Bryant y Carter las tienen. Pero lo intangible es lo que lo hizo tan grande. Lo aman por cómo piensa y vive el deporte, por su hipercompetitividad -vivió un desafío tras otro-, pero fundamentalmente por su hambre de gloria sin límite y su pasión por el juego.
|  El astro para pero seguirá relacionado con el básquet. |  | Ampliar Foto |  |  |
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