El Volkswagen Senda blanco estaba a punto de trasponer el portón de la ex Jefatura de Policía que da a calle San Lorenzo. Al volante iba el policía Sergio Oscar Bianchetti, un agente suspendido una semana antes por favorecer la fuga de un conocido estafador. Ese día había regresado a "buscar unas pertenencias" a su viejo puesto de trabajo en la alcaidía. Pero no se iba solo. Agazapados debajo del asiento trasero iban tres hombres en quienes los guardias reconocieron rostros familiares. Eran presos federales que Bianchetti estaba ayudando a escapar en un osado plan de fuga que falló porque una voz anónima delató el plan, tal como surge de la resolución del caso tomada por el juez de Instrucción Carlos Carbone.
El magistrado procesó al policía por facilitamiento doloso de evasión, delito que se castiga con prisión de un mes a cuatro años. Evaluó además que el hecho no quedó en un intento sino que fue consumado: "Desde el momento en que subió a los detenidos a su propio vehículo aprovechando su calidad de empleado policial existió un favorecimiento de la fuga". A los presos los envió a juicio por tentativa de evasión.
Pero la causa que surgió contra Bianchetti a causa de la fuga frustrada no quedó allí, sino que comportó otra seguidilla de delitos personales ajenos al escape. Primero, porque el agente llevaba encima un arma particular sin autorización para hacerlo, ya que le habían quitado el permiso y su pistola reglamentaria al quedar pegado con la fuga anterior. Violando esa disposición, Bianchetti llevaba un revólver calibre 38 largo que le valió otra acusación por portación de arma sin autorización.
Pero la cosa no terminó ahí: el auto usado en la huida circulaba sin patente. Llevaba dos chapas ocultas en el baúl que pertenecían a un vehículo con pedido de captura. Para el juez, el agente las ocultó porque no desconocía esa irregularidad y por lo tanto habría cometido encubrimiento.
El ambicioso plan fue puesto en marcha el 21 de diciembre de 2002. De algún modo no aclarado, tres detenidos que estaban a disposición de un juzgado Federal -Oscar Gregorio Camino, Jorge Guillermo Ivanoff y Sergio Javier Arriola- traspusieron la puerta de una celda común de la alcaidía mayor y se acurrucaron dentro del auto del policía. Este enfiló hacia la salida por una calle interna del edificio. Pero antes de llegar a destino, tres llamados telefónicos al 101 truncaron el proyecto. Alrededor de las 15.30, el alerta fue reproducido a la base del Cuerpo Guardia de Infantería. El mismo titular de la dependencia, Osvaldo Felipe, se enteró por un llamado a su celular de lo que se tramaba entre los muros del penal.
Tanto aviso rindió sus frutos. Cuando la trompa del Volkswagen encaraba la salida, un sargento cerró la hoja izquierda del portón para impedir el paso de los fugitivos. El conductor intentó salir a toda costa y embistió en una pierna a su colega. Luego hizo un ademán para extraer el arma que llevaba en la riñonera pero enseguida se rindió ante los custodios que fueron a detenerlo, ya enterados de lo que se traía entre manos. Uno de los policías a cargo del procedimiento aseguró que el policía "quiso arreglar" al caer en la emboscada policial.
"La puerta estaba abierta"
Según la resolución firmada por Carbone y su secretario, Sergio Donato, todo el plan de fuga fue un acto preordenado y pactado. Los presos dijeron que salieron de su celda porque "la puerta estaba abierta" y luego sólo se ocultaron dentro del vehículo, en una versión que según el juez fue armada "para favorecer a quien ya estaba favoreciendo la evasión".
Los tres habían sido encarcelados luego del pasado 7 de septiembre, acusados de integrar una banda de narcotraficantes con sede en el barrio Las Flores, tras el secuestro de 108 kilos de marihuana compactada proveniente de Paraguay que eran ingresados a la provincia en dos autos por el túnel subfluvial.
Para Carbone está claro que hubo un plan pactado de antemano. Lo que todavía es motivo de investigación es el modo como los reclusos eludieron las rejas del penal. Por ese hecho están imputados el suboficial mayor Antonio Núñez, el agente Ricardo Daniel Quintana y el cabo Diego Eduardo Ramón Cherizola, sospechados de haberlos liberado usando la llave de la celda o una réplica.
Bianchetti tenía prohibido ingresar a la alcaidía a raíz de la suspensión que recibió por la fuga de Claudio Belinatto, preso que desapareció cuando Bianchetti lo llevó a un "control médico". El detenido estaba acusado estafar en miles de dólares a compradores de autos Alfa Romeo a precio de ganga. Sin embargo, para el juez que no sería descabellado pensar que el policía aprovechó un descuido de la guardia para alzarse con las llaves y así ejecutar la primera fase del abortado rescate.