Washington. - Cuando faltan unos 19 meses para las próximas elecciones presidenciales en EEUU, los opositores de George W. Bush saben que deben sacar al "vencedor de Bagdad" del terreno militar para llevarlo al de la política interna y la economía. Justamente por ser consciente de esta intención, Bush ha abierto en el frente interno una gran ofensiva a favor de su programa de política doméstica, y especialmente la del masivo recorte de impuestos.
La política de Bush -quien según su portavoz Ari Fleischer aún está "muy concentrado en el acontecer de Irak"- será publicitada por unos 24 miembros de su gobierno durante las próximas dos semanas en 26 Estados y 40 ciudades.
El lema "Es la economía, estúpido" (It's the economy, stupid) defenestró a George Bush padre en 1992. El vencedor de la Guerra del golfo Pérsico (1991) perdió las elecciones ante el demócrata Bill Clinton por parecer no tomar en cuenta los indicadores diarios de la opinión pública y aprobar un aumento de impuestos a pesar de las promesas contrarias que había realizado. Eso no debe pasarle a su hijo, quien goza actualmente del apoyo del 77% de los ciudadanos.
Sin embargo no faltan las señales de advertencia. La coyuntura se estanca, las empresas retrasan nuevos emprendimientos, las deudas estatales ascienden a 6,4 billones de dólares y amenazan con aumentar en otro billón en los próximos cinco años, si no se logra estimular los pedidos de la industria y practicar una estricta disciplina de gastos. Los costos de la guerra y la reconstrucción de Irak, que deben ser afrontados por los contribuyentes estadounidenses, ni siquiera fueron tenidos en cuenta en estos números.
Bush apuesta a impulsar la economía antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 mediante el reencauzamiento del poder adquisitivo a través de una baja de impuestos. Incluso sus compañeros de partido en el Congreso colaboran fuertemente para recortar la carga fiscal de 726.000 millones de dólares estimada en un plazo de diez años. El Parlamento, controlado en su mayoría por republicanos, acordó un límite máximo de 550.000 millones. Para superar la oposición de una serie de rebeldes republicanos, incluso el presidente del Comité de Finanzas del Senado, Charles Grassley, prometió bajar el límite a 350.000 millones de dólares.
A pesar de eso, la Casa Blanca remarca que Bush mantendrá su curso y dice que el crecimiento económico no alcanza para reducir al alivio impositivo propuesto. Ari Fleischer indicó que el presidente, famoso por su capacidad para imponerse, cuenta con que al final también en este campo resultará vencedor. Así, el mandatario tampoco quiere abandonar el especialmente controvertido plan según el cual se acabaría por completo con el gravamen de dividendos.
Los demócratas expectantes
Los demócratas esperan que la popularidad de Bush no dure. Indican especialmente que la aprobación de su política económica con poco más del 50% se sitúa visiblemente por debajo de los valores generales. Les parece posible que los republicanos, preocupados por la popularidad, ya no harán todo lo que Bush les diga durante las próximas elecciones del Congreso, que coinciden con las presidenciales.
Asesores del presidente contraatacan y dicen que no se trata necesariamente de una cuestión de éxito, sino de demostrar iniciativa y fuerza. Bush hijo no dará una imagen indiferente como una vez lo hizo su padre. La Casa Blanca asegura que el presidente trabajará tanto en el frente doméstico como en el internacional. (DPA)