Orlando Verna / La Capital
Hay pocas personas que pueden tutearse con el ángel de Astor Piazzolla. Muchos podrán hablar con sumo respeto de su genialidad, su obra o de su personalidad, pero un número finito consigue charlar mano a mano con el hombre del nombre argentino más conocido del mundo, a excepción de Maradona. Y ese plática, según se pudo escuchar el sábado en el auditorio de la Fundación Astengo, tiene intensos murmullos musicales que dejaron entrever más al Piazzolla compositor que al intérprete. Porque el Quinteto de la Fundación Astor Piazzolla consigue dialogar con los matices autorales de su inspirador y se preocupa para que así sea. Esta vez no hay un protagonismo exagerado del bandoneón sino de la totalidad de los instrumentos utilizados para hacer tangos y milongas emocionantes hasta las lágrimas. Los sonidos hacen olvidar el pasado y el presente, y transportan a la audiencia hacia un futuro inmediato, el de una mayor y mejor divulgación de las creaciones de Piazzolla. Aunque en realidad la propuesta no es fácil de encarar. El Quinteto de la Fundación Piazzolla tiene un mandato ontológico innegociable. Se pueden contar de a cientos los bienintencionados intérpretes que leen a Piazzolla. Y cada uno le ha agregado o quitado parte de su particular esencia con resultados que pendulan entre extremos. Pero el Quinteto no quiere ir más allá: rescata a un Piazzolla genuino, sin estridencias ni grandilocuencias. Se retrotrae a la atmósfera poética que debió impregnar el trabajo del músico en el preciso momento de la inspiración. Sumergido en partituras, el Quinteto pone sobre escena no al Piazzolla al frente de su orquesta sino al de lápiz y papel en el exacto momento de la creación, con todos los trazos de innovación que ello significa. Lo demás es puro éxtasis "Michelangelo 70", "Verano porteño", "Milonga del ángel" y "Soledad" se mezcla con aires de un Buenos Aires tan vertiginoso como melancólico. Cada final es un estallido en aplausos que motivan a la orquesta pero por sobre todo veneran al genio. Y si eso no fuera bastante, la entrada bajo el reflector de Raúl Lavié termina de componer un cuadro de placeres auditivos con "Jacinto Chiclana" y "Balada para un loco", entre otros. De esta manera, el concierto entra en una fase casi onírica, donde la conversación con Astor es ágil y emotiva. Luego, más allá de las quejas posconcierto por obviar "Adiós Nonino", las preguntas se vuelven respuestas. Hay pocas personas que pueden tutearse con el ángel de Astor Piazzolla y sin dudas una de ellas es la que encarna este Quinteto. Por algo es la única banda en el mundo que puede llevar su nombre.
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