Para el criminólogo e investigador del Conicet Máximo Sozzo, el reclamo de dinero a cambio de la liberación de presos configura una nueva práctica de corrupción policial, caracterizada por un mayor ejercicio de la violencia que los mecanismos ilegales de recaudación más extendidos en la fuerza. "Como práctica corrupta estamos acostumbrados a pensar en determinados circuitos, como el juego clandestino, la prostitución y el tráfico de drogas, donde la corrupción policial está vinculada a mercados ilegales que producen ganancias. Es un tipo de corrupción muy vinculado a la lógica del mercado y que no aparece como brutal, sino más bien como uno de los costos que dentro de ese circuito se deben pagar si se quiere participar de él. La policía brinda un servicio de protección a cambio de una retribución. Se trata de una ilegalidad civilizada", planteó Sozzo. En cambio el uso de la extorsión como método para facilitar la liberación de un detenido, o como requisito para interrumpir una golpiza, plantea una situación inédita: "Estos casos no están vinculados a circuitos ilegales sino que están directamente asociados a la violencia. Se podría hablar de una degradación de las prácticas policiales corruptas, donde la corrupción policial pierde ese carácter mercantil. Ya la policía no quiere usar dinero del mercado ilegal para beneficio sino que está produciendo su propio mercado: detiene al ciudadano y lo mantiene preso con el solo fin de producir dinero. Acá estaríamos frente a un mix, frente a una forma más brutal de corrupción", evaluó. Otro fenómeno que revela esta práctica es que las víctimas de esa corrupción institucional se sitúan cada vez más bajo en la escala social, ya que se observa una suerte de "adaptación" de las sumas exigidas según el destinatario de la extorsión. "Si el detenido es el organizador de una banda de tráfico de drogas ilegales, seguramente reclamarán otro precio. Es inquietante la posibilidad de que se trate de una práctica persistente".
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