Mucho más delgado, producto de la dieta y los cuatro kilómetros que camina diariamente por prescripción médica, Héctor Cavallero se presta amablemente a las fotos de La Capital en su casa "de toda la vida" en la calle Juez Zuviría. "Acá soy un vecino más, ni siquiera cuando era intendente la gente del barrio me veía distinto". Aunque cuando sale a la vereda uno se da cuenta de que en realidad el Tigre es el vecino más famoso del barrio: todos lo saludan y -si pueden- se paran a conversar con él. Si bien está en campaña, al diputado nacional lo que más lo preocupa es la atrocidad de la guerra contra Irak. "Cada vez que alguien intentó aplicar su poder para quedarse como dueño absoluto del mundo, siempre encontró una coalición enfrente para impedírselo. Pero después de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética es gravísimo lo que pasa en el mundo, lo ocurrido en Afganistán y ahora en Irak, porque se ejerce la unipolaridad mediante la fuerza", comenta, y se muestra preocupado "por la tibia reacción" institucional de países como Japón, Alemania, Francia, China o Rusia "frente a la acción unilateral que tomaron Estados Unidos e Inglaterra contra las Naciones Unidas", porque -advierte- "esto va a condicionar a toda América latina". A pesar de haber sufrido un problema de salud el año pasado, hoy está recuperado, "con mucha más fuerza" y con "la autorización" de los médicos para meterse de lleno en la campaña electoral por la Gobernación. "En este tiempo pensé muy bien si valía la pena seguir en política, y tomé la decisión de pelear la Gobernación a pesar del descrédito de la clase política, porque quiero crear los canales de participación para que la gente vuelva a creer que la tarea política es la actividad transformadora", señaló. En realidad, después de 45 años de militancia, para Cavallero estar en campaña es casi su estado natural. Claro que ahora se deja un tiempo más para estar con su familia, aunque su esposa, Paulina, es su principal sostén y su ladera en la Cámara de Diputados. "Es que ahora me reclaman más los nietos", admite, y acepta que está logrando administrar mejor su tiempo para ser "un buen padre, un buen marido, un buen abuelo, sin dejar de ser un buen militante". El Tigre está convencido que quien logra ese equilibró es el que "realmente hace política por vocación de servicio y amor al prójimo, porque no se deshumaniza transformándose en un engranaje", sino que, de esa manera, "se puede seguir siendo un ser humano". Asegura que una de las cosas que más disfruta es cuando sale a hacer las compras para el infaltable asado del domingo en el quincho para toda la familia. "Me gusta conversar con el verdulero, con el panadero o con la gente que me cruzo en los negocios del barrio", afirma, aunque se queja porque ahora "sólo como lo que me dejan", pero se consuela porque "volví a usar un montón de ropa que me quedaba chica", mientras reclama el enésimo mate amargo para combatir la ansiedad.
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