Marcelo Menichetti / La Capital
José Cura, el cantante lírico más famoso de la Argentina, inició un nuevo camino artístico como director de orquesta. El tenor rosarino debutó en febrero último como conductor de ópera en la Staatsoper de Hamburgo. "Llevo 25 años dirigiendo y solamente 12 cantando", comentó el divo desde su casa en Madrid, a fin de aclarar que la dirección orquestal no es una actividad nueva en su carrera. "Como cantante internacional tengo entre 30 y 40 obras estrenadas -dijo-, como director de orquesta estoy muy lejos de esa cifra, si bien es mi profesión inicial, la que me acercó a la música". Querido y criticado casi con la misma intensidad, Cura es un torbellino que parece querer arrasar con todo. Y para demostrarlo, en el diálogo telefónico que mantuvo con Escenario, el divo deja en claro que la palabra fracaso no figura en su diccionario. -¿Considera la función que ofreció en el teatro Staatsoper de Hamburgo en febrero pasado como un debut? -Fue mi debut en el foso. -¿Y qué pasó en ese momento? -Fueron muy buenas funciones pero no logré, desde mi punto de vista, el grado de profundidad que pretendía con la obra porque no se me dio el tiempo de ensayo, ni el mismo grupo humano durante los 4 ó 5 días en que se estuvo haciendo este trabajo, ya que los músicos de la orquesta van rotando. Acepté porque me quise poner a prueba. Sabía que tenía que bajar al foso por primera vez y me dije: "Si puedo bajar en estas circunstancias y hacer buena música, en circunstancias ideales los resultados van a ser mucho mejores". -Hace tres años le dijo a Escenario que dirigir era una de sus metas, ¿considera que llegó a destino? -No creo que haya llegado a destino. Hay muchísima tela por cortar. Si bien después de 10 años de ser un cantante internacional tengo ya entre 30 y 40 obras estrenadas y muchas de ellas grabadas, como director de orquesta estoy muy lejos de esa cifra. No me he dedicado, si bien es mi profesión inicial, la que me acercó a la música. Yo me transformé en músico porque quería ser director de orquesta y no porque quería ser cantante. Como suelo decir, llevo 25 años dirigiendo y solamente 12 cantando. Ha llegado la hora de recuperar el tiempo perdido entre comillas. -¿El éxito pone a los artistas en la mira de los agoreros? -A los 40 años y después de mucho tiempo en la cancha, uno está curtido y no te preocupa nada más. En los cotos de caza se colocan crías de animales, se las deja engordar y luego podés entrar y matarlos. El mundo del espectáculo, como el mundo de la figura pública, es como un coto de caza. Cuando uno entra es pequeño y todo el mundo dice: "¡Ay qué fenómeno! La nueva promesa. Llegó el cuarto esto, o el tercero de lo otro y tenemos tenor para rato...". Hasta que te engordan Entonces se venden entradas para ver quién dispara primero y mejor. Es un sadismo morboso alimentar un animal de pequeño para después disfrutar matándolo. Es el mismo sadismo que se ve en el mundo del espectáculo. Si tomás los diarios de diez o doce años, cuando yo vine a Europa, vas a ver el fenómeno de engordar al ciervo y luego de cierto período aparecen aquellos que empiezan a dispararle. -Usted ha dicho que prefiere los teatros a los que lo unen lazos afectivos, ¿alguno de Rosario entra en ese grupo de preferidos? -Bueno, lo que sucede lamentablemente es que Rosario no tiene teatro... -¿No? -Tiene una estructura, con cuatro paredes y un techo. Digo esto con una comicidad triste porque en el teatro El Círculo han cantado las leyendas y es maravilloso en cuanto a estructura, pero no en cuanto a institución teatro, que tenga su temporada, su dinámica, su orquesta. A menos que me equivoque y que últimamente hayan pasado cosas de las que no me enteré. Espero equivocarme, me daría muchísimo placer. -¿Están superadas las diferencias con los directivos del Colón? ¿Mantiene contacto con el teatro? -No, no tengo ningún contacto con el teatro Colón. Vos sabés muy bien que, cuando estuve en la Argentina, porque soy como soy, dije las cosas que tenía que decir. El que quiso escuchar, escuchó y el que no quiso escuchar o porque no le conviene o porque está orientado gentilmente para no escuchar, no escuchó. Pero nada fue dicho con mala leche o fue mentira. No pudieron digerir el hecho de que viniera a decirles que nuestros músicos son excelentes, que nuestros compositores son excelentes, que nuestros cantantes son excelentes; que les dijera: "Señores hagan algo para que esta gente no se les escape, hagan algo para que no desaparezcan". Se ve que le molestó a más de uno. -Alguna vez dijo que iban a surgir nuevos valores cuando los divos se bajaran del caballo, ¿no piensa que los que vienen detrás pueden considerarlo un divo de la actualidad? -Es probable. Lo que pasa que el caballo que monto yo, como el que monta mi querido amigo Marcelo Alvarez, no es el caballo de Atila que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba. Nosotros no cabalgamos sobre el cadáver de nadie. La prueba está en que nunca hubo, desde los años 50, una generación con tanta proliferación de talentos jóvenes, todos de un buen nivel. Hoy se puede nombrar un grupo de más o menos diez tenores excelentes y se sigue hablando todavía de tres y nada más que tres. -Usted consiguió un nombre como cantante y seguramente espera un reconocimiento como director, ¿cuál es el límite de sus ambiciones artísticas? -¿Conocés la parábola de los talentos de La Biblia? Es aquella que dice que si Dios te da dos talentos y al final de tu vida seguís teniendo dos talentos y no los hiciste multiplicar, se te pedirá que rindas cuenta por no haber tenido el coraje de hacerlo. Yo tuve la suerte de haber sido bendecido con un puñado de talentos y esto es suerte pero es también un karma. Es suerte porque es magnífico, es hermoso y uno se siente orgulloso de ellos. Es karma porque al final de mi vida se me pedirá cuentas por todo lo que me dio. Yo tengo dos elecciones para vivir: o me escondo y no le hago entender a nadie que se me dieron varios talentos para que no se me critique por presunto ambicioso y al final de mi vida tendré que rendir cuentas a Dios por cobarde o por multiplicar mis talentos en vida, soportar la crítica de presunto ambicioso y cuando rinda cuentas a Dios saber que por lo menos me las jugué por hacerlos fructificar. Como diría mi santa madre: "No te olvides nunca que aquel que tacha de presuntuoso a otro es presuntuoso él, en primer término, porque una persona que es humilde, por definición, no habla mal de otro".
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