"No venimos acá para zafar del laburo"

En el salón de clases no se escucha más nada más que la voz de la maestra repiqueteando las vocales. En tres largas mesas distribuidas en la improvisada aula, los alumnos asienten en silencio mientras sus manos, temblorosas, tratan de guiar la punta de los flamantes lápices por los renglones vacíos.
Juan viste ropa azul de trabajo, es corpulento y en menos de media hora, cuando termine la clase del día, estará otra vez cortando yuyos en algún lugar de la ciudad. "Siempre había querido aprender a leer y escribir, pero nunca tuve oportunidad de hacerlo, así que cuando me dijeron de esto me anoté sin dudarlo", dice mientras trata dificultosamente de dibujar la "a" de su nombre.
La presencia del cronista parece distenderlos un poco y hasta se animan a cruzar algunas bromas entre ellos. "Cuando sepamos leer la cosa será distinta, porque hasta ahora ni siquiera sabíamos qué firmábamos. Poníamos el dedo nomás", coincidió un grupo desde el fondo del aula.
"Yo fui sólo hasta tercer grado, pero igual no me acordaba de nada y esto es como volver a empezar. Algunos de nuestros compañeros nos cargan porque venimos a la escuela, pero lo estamos haciendo con toda la esperanza y la alegría de saber que esto nos ayudará a progresar", acotó otro de los singulares alumnos.
"Y ojo que esto no lo hacemos para zafar de dos horas de laburo, como pueden pensar algunos -aclararon casi a coro-, sino por todo lo que significa saber leer y escribir. El que recibió educación desde chiquito no se da cuenta de lo importante que es, pero nosotros que somos grandes sí lo valoramos y por eso le agradecemos a nuestros compañeros que han pensado en hacer esta escuelita".