Falleció ayer Jorge Oteiza, el artista vasco de 94 años, considerado uno de los máximos representantes de la cultura europea del siglo XX. Escultor, poeta, arquitecto y ensayista, Oteiza -premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1988- es considerado el patriarca del arte contemporáneo vasco.
"La obra de cada uno es para curarse de la muerte, pero la muerte es la que te cura de la vida", decía el artista que revolucionó la escultura en la mitad del siglo XX. Pero, en 1959, tras conseguir los premios más importantes y el reconocimiento internacional, dejó la escultura para -sólo ocasionalmente- volver a ella para culminar proyectos o investigaciones.
Desde el 30 de enero último Oteiza estaba internado en el Policlínico de Guipúzcoa con un cuadro de neumonía. Su salud había ido decayendo en los últimos meses, según las autoridades del centro hospitalario, "murió debido a una infección respiratoria tras haber permanecido dos días en coma progresivo, a pesar de la aplicación de medidas de sostén, sueros, alimentación por sonda y antibióticos". Los restos del artistas fueron trasladados al Palacio de la Música de Zarautz (Guipúzcoa).
La obra escultórica de Oteiza pasa por tres etapas, la de búsqueda de las herramientas conceptuales que definieran un propósito experimental (1930-50), la del desarrollo del mismo (1950-57) y la de las conclusiones (1957-59). Fue al final de esa década cuando abandonó el expresionismo y la figuración para iniciarse por el sendero de la abstracción y la investigación geométrica racional de los constructivistas rusos de principios de siglo, lo que le llevó al vacío en la escultura, un recorrido metafísico que influiría de forma decisiva en todas las artes contemporáneas.
"Protección estética"
Oteiza entendía el arte como "una protección estética", y se le consideraba, junto con el también fallecido Eduardo Chillida, el máximo representante de la escultura española del pasado siglo.
Entre sus trabajos escultóricos más conocidos están "Desocupación no cúbica del espacio" (1958-59), "Variante ovoide de la desocupación de la esfera" (1958) y "Caja metafísica por conjunción de dos triedos".
Su polémica pública con Chillida, a quien en 1992 dedicó "El libro de los plagios", duró tres décadas hasta 1997, año en que obtuvo el título de "vasco universal", y en el que ambos artistas se reconciliaron en un famoso abrazo en Hernani.
Son esculturas suyas emblemáticas "La ola", donada en 1998 al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), la "Pietá", instalada desde 1999 en San Sebastián, y el "Odiseo".
El artista donó toda su obra al pueblo de Navarra y quedará expuesta en el museo de la Fundación Jorge Oteiza creada en 1996 en Alzuza (Valle de Egües), para conservar, estudiar y difundir su obra.