Año CXXXVI
 Nº 49.807
Rosario,
miércoles  09 de
abril de 2003
Min 9º
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Un music hall para disfrutar de la sorpresa y el transformismo
"Desbordadas" mostró su irreverencia en el Broadway
El espectáculo apostó a la improvisación, al contacto con el público y a la seducción de las apariencias sexuales

Orlando Verna / La Capital

El método es la sorpresa y el estilo es de café concert. "Desbordadas" alienta el aplauso con trazos de humor, música, deslumbrantes vestuarios, desparpajo y una pizca de picardía al mostrar arriba y abajo del escenario a una veintena de mujeres famosísimas en la piel de tres actores. Aunque quizás los tres años que el show lleva presentándose no hayan sido suficientes para trasplantarlo de un bar a la sala de un teatro sin que en el camino haya quedado despojado de algunas de sus mayores virtudes.
Prácticamente sin guión, "Desbordadas" es un encadenamiento de cuadros musicales protagonizados por estrellas al que se agregan algunas intervenciones de los actores sobre el público, metafórica y literalmente (ver aparte). Sansivero hace de las suyas por entre las butacas mientras sobre el escenario se preparan los números musicales. Susana Giménez se muestra espléndida mientras se mofa de su ingenuidad, Silvia Süller le canta a Jacobo Winograd al tiempo que reparte chizitos, Liza Minelli hace su ya trilladísimo número al interpretar "New York, New York" y Eva Perón fascina con su elegancia y un discurso político que hasta arranca algunos aplausos. Marcelo Ponzio se compenetra con todo ese glamour al límite de copiar mínimos detalles de sus musas exhibiendo envidiadas cabelleras y una talla digna de una diva.
Leonardo Ronco por su parte aporta aristas que se acercan más a la teatralidad que al musical. Interpreta un comiquísimo tango mientras despliega una interminable galería de morisquetas y variaciones sobre un mismo personaje. También compone a la Lucy de "Drácula", etérea y eterna como la concibiera Pepito Cibrián. Es quizás, de entre los tres actores, el que mejor desenvuelve una gracia hilarante, aunque pierde protagonismo ante el histrionismo de Sansivero y el encanto físico de Ponzio.
Así "Desbordadas" consigue fácilmente la complicidad de los espectadores pero está faltando el clima de intimidad que despierta el café concert, un espacio menor al de un teatro donde se teje otro tipo de relación con el público. En una sala de 800 butacas es difícil observar el rostro de la víctima de turno en la platea y seguramente las mesas siempre bien servidas y bebidas de los bares donde se acoge a este género teatral ayuden a la explosión más espontánea de la risa. Y si bien el público goza abiertamente de chistes de doble sentido, se sorprende de con las imitaciones, convalida con piel de cordero la estrecha relación con los actores y acaba aplaudiendo de pie, esta vez la cantidad no fue una buena compañera. Faltó ese dejo de transgresión que se respira en esos pequeños ámbitos donde gracias a la proximidad y la noche nace la alianza entre el glamour, las burbujas de felicidad, el humor irreverente y el sexo transformado.



El show perdió algo de libertad al pasar al teatro.
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