Año CXXXVI
 Nº 49.805
Rosario,
lunes  07 de
abril de 2003
Min 17º
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cartas
Fracasos del hombre

Dios no hubiese creado al hombre, de no haber creído en él. Le dio vida, lo iluminó y le dio amor para que lo transmitiera a sus semejantes... y el hombre lo defraudó. Esta nueva guerra y los propósitos que la alientan son una prueba de ello. No será distinta de otras guerras, dejará un doloroso saldo de muertes, desolación y miserias y no deberá atribuirse a un fracaso de Dios... incuestionablemente, será un fracaso del hombre. Cualquier argumentación que pretenda interponerse como elemento justificable, será un avasallamiento a la vida y al derecho natural y absoluto que vibra en el respeto y en la inviolabilidad de la misma. El hombre, a través de los siglos, no ha evolucionado valorando los sagrados designios de la condición humana y no ha medido, conscientemente, su destino ineluctable haciendo de la vida una víctima de la improvisación... si nos detenemos a pensar, coincidiremos en que nos destruimos unos a otros, sin saber el porqué. Las guerras son absurdas e inmorales porque doblegan la voluntad por medio de la violencia. Se cambia la sensatez por las ambiciones, la hermandad por la barbarie y la conciencia para saciar mentes enfermizas y delirantes. El hombre equivocó el camino, y hoy se lo ve deambulando entre dos estigmas de un concepto de Oscar Wilde: "En la guerra, el frente hace esclavo al débil y en la paz, el rico hace esclavo al pobre"... Sólo Dios puede hacer el equilibrio, pero ya sería pedirle demasiado.
Olga Ponce


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