A fines del año pasado lo asaltaron, y mientras sentía el frío caño de un arma apoyado en la nuca juró que nunca más iban a robarle. La madrugada de ayer un pibe lo increpó con un cuchillo para quitarle las zapatillas, las mismas que se había comprado para reponer el par que le robaron en aquella oportunidad. Y no dudó. Se resistió pese a estar desarmado, forcejeó con el delincuente y terminó entregando la vida cuando su oponente le clavó a sangre fría el puñal en el pecho. El ladrón le quitó el calzado y se perdió entre las calles de barrio Ludueña. Carlos Fernando Achával, de 16 años, murió en el acto. Ayer, más de cuarenta familiares y amigos lo lloraban frente a su casa.
"No se metía con nadie. Era un buen pibe. Queremos que se haga justicia porque lo mataron por un par de zapatillas viejas", rogaba entre los allegados de Fernando una prima del chico, Adriana, de 46 años. El joven era colaborador del padre Edgardo Montaldo e integraba una agrupación de jóvenes. Había terminado de cursar noveno año de la EGB en la escuela Luisa Mora de Olguín, integraba la agrupación de jóvenes Los Leones y percibía un subsidio de 70 pesos del programa nacional País, retribución que recibía por participar de talleres educativos en el hogar de menores Aire, Corazón y Vida. Planeaba cursar el Polimodal en la escuela República de Perú.
La calle Rouillón al 200 bis, frente a su casa, se pobló ayer de familiares y amigos que lo evocaban con los ojos húmedos mientras esperaban la llegada de cuerpo desde el Instituto Médico Legal, donde le practicaron la autopsia.
En el lugar del crimen, en cambio, imperaban el silencio y las miradas esquivas. El chico fue asesinado a las 4 de la madrugada en Gorriti al 5800, a tres cuadras de la comisaría 12ª. Es una zona de casas humildes de material o chapa donde los vecinos dicen no haber visto ni escuchado nada. El lugar parece sitiado. Para llegar allí por calle Solís es necesario atravesar varias calles transversales inabordables: en ellas el barro dificulta el tránsito y en las intersecciones formó terraplenes que impiden el ingreso de los autos. En la cuadra se respira un clima tenso.
El cuerpo inerte del joven quedó tendido sobre el césped de la vereda sur, a metros de una cuneta. "Casi no derramó sangre", confió un vecino que desde su ventana pudo observar la llegada de los patrulleros y de una ambulancia del Sies. A su arribo el menor ya había fallecido. Fuera del ladrido inusual de los perros que "toreaban", el vecino no escuchó gritos de una pelea ni pedidos de ayuda. "Después llegaron sus compañeros de la escuela. Todos lloraban", describió.
El chico había ido con sus amigos a un cumpleaños que se festejaba en una casa de Junín y las vías del ferrocarril. Desde allí decidieron ir al centro comunitario San Cayetano, de Gorriti y Magallanes, donde se celebraba otro cumpleaños. "El no quiso entrar. Se fue acompañando a un amigo que vive a media cuadra y que quería ir al baño. Se quedó esperándolo en la vereda, apareció un pibe y se resistió para que no le robaran las zapatillas. Nos vinieron a avisar que le estaban pegando y cuando llegamos ya no respiraba", confió un adolescente de 15 años que prefiere reservar su nombre.
La promesa hasta el final
"El agresor no tuvo contemplaciones y le aplicó una cuchillada. Tiene una herida en el hemitórax izquierdo producto de arma punzocortante", reveló el comisario Carlos Casella, titular de la seccional 12ª. El presunto autor del crimen fue identificado por fuentes policiales como un menor apodado Panza, quien se encontraba prófugo.
A los amigos de la víctima no les extrañó que Fernando opusiera una firme resistencia a pesar de encontrarse en desventaja. "Una vez lo asaltaron y dijo que nunca más le iban a robar. Nos habíamos reunido cinco amigos en una placita y le pegaron un culatazo en la cabeza con un revólver. El ladrón lo amenazó. Le dijo que si lo denunciaba lo iba a hacer cagar", contó Jorge, de 15 años. Eso ocurrió a fines del año pasado, cuando también le habían robado las zapatillas. Para las fiestas de fin de año el chico se compró un nuevo par de zapatillas Adidas, que finalmente le costaron la vida.
"Con su familia era un chico callado, aunque con los amigos era rejodón. Le gustaba escuchar cumbia, salían a bailar a cumpleaños o reuniones más familiares", recordó la prima de Fernando.
Fernando era el mayor de cuatro hermanos: Diego, de 14 años, Gabriela, de 12 y Silvana, de 10. Su papá, Carlos Achával, de 41 años, se gana algunos pesos haciendo changas. Su mamá, Elsa Margarita Cáceres, de 34, es colaboradora en el comedor de la escuela de Montaldo. "Esto nos tomó de sorpresa y lo sentimos mucho. Fernando terminó el noveno año el año pasado y trabajaba en el hogar diurno que depende de la parroquia. Su mamá forma el equipo de voluntarias de nuestro comedor central y tenemos una relación muy profunda con todo el grupo familiar. Era uno de los pibes con los que trabajamos desde hace mucho tiempo", se emocionó ayer Montaldo.