Año CXXXVI
 Nº 49.801
Rosario,
jueves  03 de
abril de 2003
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Editorial
El incentivo es la democracia

El anuncio del presidente Eduardo Duhalde de que las autoridades de mesa en las próximas elecciones del 27 de abril recibirán cien pesos como pago por su tarea dejó en claro la profundidad de la caída del fervor democrático en la Argentina. Es que, como resulta evidente, la necesidad de aumentar cinco veces la suma que se abonaba a quienes cumplían con esa trascendente función se debe a los elevados porcentajes de ausentismo que se registraron en los últimos comicios. Y no es que desde esta columna se intente criticar el incremento decidido, que en última instancia ayudará a mucha gente, sino que se procura advertir sobre el preocupante trasfondo social que se agazapa tras la medida.
Desde el histórico 30 de octubre de 1983, cuando la restauración democrática puso fin a la época más funesta de la historia nacional, mucha agua ha corrido bajo el puente. Y las promesas que por esos días latían en el aire se transformaron, lamentablemente, en decepción, desconfianza y recelo por las dirigencias políticas. Sin embargo, es la misma democracia la que proporciona los elementos para cambiar el estado de las cosas.
Pero de ello no son pocos quienes parecen haberse olvidado. Y al hacerlo, subestiman la fuerza de la herramienta que tienen en sus manos.
El desencanto, por supuesto, es lógico. Está absolutamente justificado, no sólo por la ineficiencia que signó a tantas gestiones en múltiples niveles sino por los elevados índices de corrupción, flagelo cuya disminución continúa siendo el principal desafío del futuro inmediato.
Tantos males sólo podrán remediarse, de modo paulatino, a partir de la intensa participación ciudadana. Y no existe sistema político basado sobre ese parámetro que supere a la democracia representativa. El desencanto —que se traduce en inacción y suele derivar en abrumador escepticismo— no sólo impide que el porvenir sea distinto y mejor, sino que directamente lo clausura.
El mejor incentivo, más allá de los cien pesos prometidos, para trabajar en las próximas elecciones es la democracia misma. Su profundización es el único camino posible para que el país consiga plasmar un postergado destino de progreso.


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