En la Argentina siempre hay una película de Woody Allen para estrenar. Los motivos son varios: la prolífica labor del cineasta (más de 35 filmes), la pasión criolla por el cine de Allen y el retraso con que se estrenan sus filmes en el país. De manera que en el sur la última película del director nunca es la última, sino, en realidad, la anteúltima, y la situación se da desde hace ya tiempo y no por los efectos de demora que causó la devaluación. Entonces, hoy llega a Rosario "La maldición del escorpión de jade", pero la última es "Hollywood Ending" (ver aparte), a la que seguramente habrá que esperar un par de años.
"La maldición del escorpión de jade" pasó sin pena ni gloria por los Estados Unidos, aunque últimamente esa es la forma en que se recibe el cine de Allen en su país. Está en el margen aunque su vida y sus actitudes públicas no dejan de ser parte de las noticias ineludibles del mundo del espectáculo. Como siempre, el director recibió los elogios europeos y la expectativa latinoamericana, especialmente argentina, que esperó dos años para ver esta película que promete a un Allen rodeado de bellezas y en una trama ambientada en los años 40 con un toque de excentricidad.
En el filme Allen vuelve a contar con una de sus cartas ganadoras: un gran elenco. Los actores lo adoran y aceptan filmar con él a costos risibles para la gran industria, aparte de soportarlo en muchos casos como compañero de tareas y en un papel protagónico. En "La maldición del escorpión de jade" Allen se beneficia de Helent Hunt, la ganadora del Oscar por "Mejor imposible"; la bella Charlize Theron ("Las reglas de la vida" y "Hombres de honor"), y la menos conocida Elizabeth Berkley, a quienes se suma Dan Aykroyd.
El método de seducción de Allen incluye, ante todo, algunas de sus grandes películas, el tedio de los actores y su deseo de hacer algo diferente (léase filmar con Woody Allen, porque tampoco se trata de tirar la casa y la carrera por la ventana), y la sabiduría del director para tentar a sus "víctimas".
"Si estuviese haciendo esta película en los 40 la hubiese llamado para este papel a Lauren Bacall", le dijo Allen a Charlize Theron cuando le ofreció el papel. No es difícil imaginarse la situación: una actriz con ansias de crecer y un director, que a veces parece ser la conciencia viva del cine, diciéndole, con una comparación incomprobable, "eres la Lauren Bacall del siglo XXI".
Risa de comediante
Para Helent Hunt, Allen actor fue el objeto de fascinación. "He actuado en muchas comedias, pero me resultó casi imposible dejar de reír cuando observaba a Woody en su papel de Briggs", dijo.
Como el asador que conoce a la perfección lo que ofrece a sus comensales, Allen se reservó para sí uno de los mejores papeles, el Briggs comentado por Helent Hunt, quien de cazador pasa a ser cazado.
En "La maldición del escorpión de jade" C.W. Briggs es el investigador estrella de una compañía de seguros. El secreto de su éxito radica en que es capaz de penetrar en la mente de los presuntos malhechores gracias a la hipnosis. Para él, con semejante método todo es posible hasta que una antigua maldición surte su efecto y a Briggs le sale el tiro por la culata. En vez de poder entrar en la mente del criminal, es la mente del criminal la que invade la suya.
El cine de Woody Allen es identificado, entre otros aspectos, por sus referencias al psicoanálisis freudiano, del que el actor se ha declarado paciente. En ese sentido, "La maldición del escorpión de jade" parece un tributo a la pasión primitiva de Sigmund Freud por el hipnotismo.
Aunque el director/actor se encargó de aclarar que nunca había sido hipnotizado ni lo sería en el futuro. "Era una idea que quería poner en práctica desde hace tiempo. Nunca he sido hipnotizado y no existía una razón específica para hacerlo, sólo era algo divertido. El resto surgió solo y eso fue la concreción de los deseos reprimidos, tanto románticos como ilegales", dijo Allen.
Nacida como un divertimento, según las palabras del director, "La maldición del escorpión de jade" tiene, detrás de las risas que el cineasta espera provocar, una tesis, que se sintetiza en la siguiente pregunta hecha por el realizador: "¿Es verdad que no existe un poder de sugestión que pueda llevarnos a hacer algo que realmente no queremos hacer, especialmente cuando se trata del amor?".
Como ya nadie cree demasiado en la hipnosis, Allen se sintió libre para experimentar con ella en una película, seguro de que no lo tildarían de mostrar su intimidad en un filme. Aunque es cierto que jamás se tomó demasiado en serio las acusaciones de exponer sus sesiones de análisis en el cine, y llegó a elaborar unos de sus chistes más famosos con el tema: "Tras ocho años con uno de mis analistas, quería levantarme del sofá, tenderle la mano y decir «empate»".
Empate que significaba que las personas siempre mantienen un fondo inasequible para cualquier investigador de los secretos de la mente humana, se trate del psicoanálisis freudiano o de la hipnosis.
Sin embargo, el director ha visto esa imposibilidad, que para muchos es un drama de incomunicación, como un motivo risueño, quizás a pesar suyo. "El género trágico siempre me ha atraído pero lamentablemente, mi inspiración tiende a lo cómico. A mí me gustaría parecerme a Eugene O'Neill, Tennessee Williams o Ingmar Bergman", dijo más de una vez, pero, por supuesto, nadie le creyó.