Pablo F. Mihal / Ovación
Pasó otra edición del Campeonato Argentino y si a la hora de hacer los balances se evalúan únicamente los resultados, Rosario volvió a terminar con las manos vacías. Para los resultadistas, este es un dato innegable, es cierto, pero para poder hacer un análisis más real se debería profundizar un poco. El árbol no tiene que tapar el bosque. En ese sentido, si se ponen sobre la balanza todos los ingredientes extras que tuvo que soportar el seleccionado aún desde antes del inicio del torneo, el subcampeonato obtenido comienza a tener otro sabor. Hubo ausencias que se sintieron desde el arranque mismo como las de Silvetti y Amuchástegui. Si bien son jugadores de muchísima calidad (cosa que es innegable), sus ausencias se sintieron sobre todo en la cuota de experiencia que le podían aportar al grupo. Ellos fueron reemplazados por Joaquín Bosco y Simón Boffelli, quienes se fueron afianzando partido a partido canjeando la diferencia existente con una voluntad inquebrantable y con un tremendo amor propio (rasgo distintivo en todo el plantel). Las lesiones también causaron más de un dolor de cabeza. Antes del pitazo inicial con Tucumán, se dudaba de cómo llegaría el apertura Alberto Di Bernardo, y se sabía muy bien que Sebastián Preumayr venía con el acromio del hombro a la miseria (tuvo que infiltrarse varias veces) y que Martín Palou no llegaba en un ciento por ciento de su potencial debido a una operación en la rodilla. Sin embargo, con ausentes y emparchados Rosario agachó la cabeza, se puso el overol y comenzó su campaña. Ante los naranjas dio el batacazo en la jornada inaugural. Lo venció 16 a 13 en un partido durísimo y83 en donde el apertura Di Bernardo demostró que su pie seguía de "10". Pero no todas fueron rosas. Hugo Céspedes se lesionó la mano y Rosario perdía hasta la última fecha un pilar derecho fundamental. En la segunda fecha Rosario recibió en la cancha de Duendes a Córdoba, equipo al que superó por 34 a 23, en un partido de trámite apenas discreto. Esta vez la alegría del triunfo fue empañada por una lesión en la rodilla del wing de Los Caranchos Ignacio Bassetti, que hasta ahí se venía presentando como titular. Mendoza fue la tercera estación. Allí el equipo rosarino dejó el invicto que venía ostentando desde hacía más de un año al caer con el local por 27 a 23, en un partido donde en el complemento dilapidó todo lo que había hecho bien en el primer tiempo. Un dato: a horas del inicio del partido, Camilo Boffelli tuvo una descompostura y no fue de la partida. Tras el extenuante viaje en ómnibus a Cuyo, Rosario armó los bolsos nuevamente una semana después, para disputar con Salta un partido decisivo. Si ganaba seguía en carrera pero si perdía el panorama se le complicaba. Como si fuera una caza de brujas, los infortunios siguieron tocando la puerta del plantel rosarino: Leandro Bouza fue esta vez quien quedó marginado por problemas físicos. El grupo asimiló este otro duro golpe y logró imponerse por 23 a 18. Así y todo, después de haber caminado una senda más plagada de espinas que de rosas Rosario llegó a la última fecha con Buenos Aires con una ínfima posibilidad de pelear el campeonato. Y no arrugó. Con sus limitaciones a cuestas fue al frente y ofreció el corazón, el hombro en cada tackle y hasta la última gota de sudor. Dejó todo. Para los resultadistas se perdió otro campeonato pero sería bueno que antes de emitir un juicio se revisara el camino transitado y así se entenderá que el subcampeonato obtenido no es poca cosa.
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