Basora. - La represión de un régimen dictatorial al que ya se acostumbraron o la súbita "ocupación" de su país por parte de tropas extranjeras: éste es el dilema de miles de habitantes de Basora (sur de Irak), una ciudad atrapada entre el fuego cruzado de milicias iraquíes y soldados británicos y estadounidenses. "Esto no es una liberación, es una nueva ocupación. Basora es mi ciudad, Irak es mi país. Los británicos no tienen ningún derecho a estar aquí, controlando quién entra y quién sale", asegura Tarek, una de las muchas personas que ayer esperaba a las puertas de la ciudad el permiso para entrar y buscar a su familia.
Antes de atravesar el puente que conduce a Basora, una patrulla de soldados británicos ha instalado un retén donde se cachea uno por uno a todos los iraquíes que desean entrar en la localidad. "Si esta situación continúa mucho tiempo soy capaz de ponerme un cinturón de explosivos y matarme aquí mismo para llevarme conmigo al máximo número de soldados posibles", afirma otro de los iraquíes que aguarda en la fila.
Al igual que muchos habitantes de Basora que trabajan fuera de la ciudad, estos hombres se vieron separados de sus familias por la guerra durante días. Obedeciendo a las costumbres locales, sus esposas y sus hijos no pudieron abandonar la localidad sin la compañía de sus maridos o padres y les esperaron en el interior lo mejor escondidos posible de las balas y los morteros.
Ansiosos ante la falta de noticias, este grupo de iraquíes aguarda para entrar y salir de nuevo lo antes posible en dirección a Al Zubair o Um Qasr, ciudades situadas más al sur, donde ya comenzó a llegar la ayuda humanitaria y poco a poco se ha ido apagando la resistencia. "¡Estoy buscando a mi hermano! Fue herido aquí mismo hace una semana y creo que lo han trasladado a Um Qasr. Se llama Jamil Meshud, ¿lo han visto?", pregunta llorosa una mujer que pudo salir de Basora.
Convertidos en rehenes y escudos humanos por las milicias fieles a Saddam que gobiernan la ciudad y se enfrentan a los soldados extranjeros, los habitantes de Basora han dudado durante días de huir de sus casas o resistir escondidos y sin agua potable hasta que acaben los combates.
Macabra procesión
La procesión de iraquíes que salen precipitados de la ciudad es macabra. Entre ellos abundan los niños pequeños y ancianos que apenas pueden caminar y necesitan apoyarse en alguien para no caer desfallecidos antes del retén militar británico. Los militares, que reconocen que los disparos de los milicianos iraquíes contra ellos son cotidianos, se comportan hoscamente con ellos. Aquellos que atraviesan el puente en dirección a la ciudad deben sentarse en el suelo o ponerse de rodillas para ser registrados y los que salen son obligados a no detenerse y se les empuja sin miramientos para que despejen la carretera para el paso de los tanques.
Algunos autobuses, taxis o automóviles privados les esperan tras el control y por algunos dinares cargarán hasta lo inimaginable sus vehículos para llevar a los pasajeros hacia el sur. Otros muchos comienzan a caminar por la carretera sin rumbo, cargando consigo lo que pudieron rescatar de sus hogares sin llamar demasiado la atención de los milicianos. (AFP)