Los cambios estructurales que fulminaron la representatividad de los partidos políticos y arrastraron al desamparo a las mayorías ante la falta de proyectos alternativos, generan un profundo debate sobre el camino a retomar. Una referente de las protestas de los trabajadores, Marta Maffei, analiza el pasado reciente del país y rescata el rol de la educación forjada con alumnos que puedan comer y maestros que trabajen en condiciones dignas. -¿Cómo calificaría el estado de la sociedad argentina en estos días: deliberativa, estupefacta, enojada, resignada, hastiada? -La Argentina tiene enorme dispersión y una gigantesca fractura social. Hay de todo, pero precisamente esa dispersión expresa claramente por qué, a pesar del desconcierto o el enojo de algunos sectores, la deliberación de otros, el hastío de algunos y la incredulidad de la mayoría, no logramos vertebrar la construcción de una oposición. En especial porque no podemos derrotar el recelo, la desconfianza y el "no te metás" que todavía sostienen la estructura de impunidad que protege a los saqueadores. Creo que lo único que construye es la esperanza y la voluntad de cambiar. -¿Cuáles fueron los resortes que posibilitaron cambios socioculturales tan dramáticos en los últimos diez años? -En el último cuarto de siglo se produjo una sustantiva modificación de la matriz distributiva en Argentina, a favor de los grupos económicos transnacionales, de los sectores financieros y los banqueros. Comenzó con la transferencia de la riqueza desde los asalariados hacia los grupos concentrados y siguió en la última década con la de la clase media a favor de los grupos financieros, que llegó a la apropiación de los depósitos de más de siete millones de personas. El terror impuesto durante el genocidio militar es la causa más importante del bajo compromiso social con la política durante los siguientes años. A mi criterio esto recién se quebró el 19 y 20 de diciembre de 2001. Un miedo a la muerte que luego giró hacia distintas formas derivadas de la extorsión, presión y asfixia sobre los trabajadores: miedo a la hiperinflación, al desempleo, al desamparo en materia de salud, vivienda, miedo a la jubilación, a la inseguridad. El deterioro de los partidos políticos y las restantes instituciones, la deuda externa y la corrupción, hicieron el resto, apoyados particularmente en la incredulidad y la baja participación de la sociedad que además, reiteradamente extiende una suerte de cheque en blanco a los llamados representantes políticos en los que delega el ejercicio del poder público prácticamente sin control de gestión. El deterioro de la función política favoreció el pragmatismo menemista y la idea de primer mundo al alcance de la mano por el camino de las privatizaciones y el endeudamiento externo. -Fuera de la escuela, ¿hay manifestaciones cotidianas de recuerdo o respeto por las raíces -culturales e históricas- referidas a un cosmos que podría llamarse patria? -También dentro de las propias escuelas tenemos debilidad con nuestras verdaderas raíces culturales, históricas o artísticas si por esto entendemos una única cultura, porque Argentina tiene raíces plurales. Pero las raíces culturales únicas no existen mucho más allá de los símbolos. No obstante, dentro y fuera de las escuelas hay sectores que cotidianamente ratifican la decisión de la propia identidad, aunque no aparezcan en los medios de comunicación. -Si se piensa que la caída de la clase política arrastró a las instituciones, ¿por qué puede haber ocurrido, por la imagen de transgresión desde el poder, o por la legitimación desde el poder de la transgresión? -Las instituciones políticas no han sido destruidas sólo por los políticos y no son tampoco las únicas destruidas. Muchas están en la misma situación: la Iglesia, el Ejército, los sindicatos, la familia, los clubes, las cooperativas, las mutuales, las universidades, entre otras. Es evasivo descargar toda la responsabilidad sobre la clase política considerando que en su caída arrastró a las instituciones. Veamos también el papel jugado por las empresas, los grupos económicos, la CIA, el FMI y el Pentágono. -¿Hay algún punto de contacto entre la crisis dirigencial y la subcultura de la violencia actual? -Creo que la violencia actual también deviene de una combinación de factores: pobreza, disfunción de la Justicia, corrupción, impunidad, insatisfacción, falta de empleo, respuesta a la violencia institucional, dirigencias nefastas. Hay una estrategia para sostenerse en el poder ante la falta de legitimidad y consenso social y una decisión para seguir sometiendo a la población ante los focos de rebeldía causados por la injusticia, la arbitrariedad, la corrupción y la miseria. -Desde el cosmos cultural, ¿qué respuesta hubo a los cambios sociales de los últimos años: rechazo, compromiso, desprecio, asco, hastío, indiferencia? -Los cambios sociales registrados, el desempleo, la pobreza, la exclusión, la violencia, no han tenido una respuesta adecuada y en tiempo. En esto han concurrido distintos factores, entre ellos la hegemonía construida por el neoliberalismo alrededor de la "naturalización" de los procesos sociales que tornaría "inmodificables" las relaciones de poder construidas durante el período. El cuestionamiento al estado benefactor o estado social de bienestar equiparado a la ineficiencia, ineficacia, atraso y defensa de intereses de la patria contratista. Supuestamente todo esto se repararía con las estrategias de gerenciamiento y privatización y por tanto se empujó la desaparición, minimización y extranjerización del Estado en lugar de su corrección y la participación, control popular como antídotos. Incluso la idea de distribución del ingreso confrontó con la de acumulación de capital, tildando a la distribución de irresponsable y demagógica. Desde la intelectualidad también se abogó en el descrédito de otras organizaciones populares, particularmente el sindicalismo llegándose a apostar por la reducción y hasta eliminación de los derechos de los trabajadores. -Es común escuchar que un cambio social evolutivo pasa por la educación: ¿desde y hacia dónde? -Sí, pasa por la educación, siempre que se advierta que no es una variable aislada y que no "pasa en educación" si la situación social, cultural, política y económica está en quiebra. Cambiar en educación exige al menos cambiar las posibilidades concretas de los tres componentes de la triada didáctica: el alumno debe comer, ser asistido en su salud, tener materiales pedagógicos y didácticos adecuados, estar estimulado, creer que la educación le sirve para algo. El docente requiere salario, estabilidad y continuidad en el proceso, formación y actualización adecuadas, materiales suficientes, número adecuado de alumnos, apoyo social y familiar. El conocimiento, mediador del proceso de enseñanza-aprendizaje, requiere ser actualizado, accesible a todos, tiempos y materiales adecuados para su asimilación, estrategias y materiales apropiados para la transposición didáctica que permite el acceso de los niños y jóvenes a procesos complejos, actualización, espacios de debate, intercambio, trabajo en equipo. -¿La acción desplazó al debate? -La imagen, más que la acción. La acción sin reflexión y cortoplacista interesada, sí sustituye al debate.
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