Recorrer el microcentro de la ciudad de San Luis depara sorpresas tales como encontrar una réplica, a menor escala, de la estatua de la Libertad. Se erige en una esquina e indica la entrada al casino Nueva York. "¿Sabés quién es el dueño?", interrogó, mordaz, un remisero a los periodistas. Lo cierto es que la mitología puntana también les atribuye a los hermanos Rodríguez Saá otros dos casinos: el Golden y el Tropicana. Pero a las más variadas versiones en danza los adolfistas les interponen una valla infranqueable: "No pasa nada. Los propietarios son grupos económicos". Sin embargo, los rumores en la calle también vinculan a los hermanos con varios medios de comunicación (diarios, canales de televisión y radios AM y FM) y hoteles. "El milagro de los Rodríguez Saá comenzó en 1983 y, desde entonces, no paró", ironizó ante La Capital un funcionario municipal que pidió estricta reserva de fuente. Otras voces recordaron los viejos tiempos en los que Adolfo se dedicaba a la abogacía y manejaba un desvencijado Renault 12, mientras que Alberto se desempeñaba como asesor universitario.
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