(Corresponsal). Barcelona. - Cuesta creer que un gobierno pueda ser tan sordo. Cuesta creerlo. Sobre todo si se vive en estas tierras. España, de la mano de su presidente José María Aznar, le dijo sí a la guerra contra Irak. España, de la mano de su pueblo, le dijo no. Ayer, las manifestaciones estuvieron en todos los sitios y ciudades. Y en algunas, como en Barcelona, con cacerolazos incluidos, encendidas de velas y disturbios en las calles. Además, durante 15 minutos se produjo una huelga en todo el país con un acatamiento masivo.
Una marcha en Barcelona. Miles y miles de manifestantes. Algo que ya no sorprende. Al mediodía, 24 mil estudiantes dejan las clases y salen a protestar. Se cortan las arterias principales de la ciudad. Se producen incidentes en el Corte Inglés cuando unos jóvenes ingresan en el centro comercial más simbólico de España y realizan destrozos. Otros se encadenan en el interior del mismo. Después un grupo destruye la fachada de un Mc Donald"s.
El no a la guerra se hace oír. Y no cesa. Llega la noche y mientras 10 mil personas prenden velas por la paz en la plaza Cataluña, en el resto de la ciudad y al mejor estilo argentino salen las cacerolas. Durante 15 minutos sólo se escuchan ruidos metálicos y gritos de gente indignada por la política exterior de su país.
Huevazos
Otra marcha en Madrid. Igual que el lunes cuando agredieron a huevazos a un dirigente del Partido Popular. Ayer también hubo incidentes. Miles de universitarios se manifiestan en la zona centro de la ciudad. Es un ambiente festivo y reivindicativo. Hasta que llegan los disturbios. Un centenar de personas algunas encapuchadas lanzan piedras y botellas. Pero los violentos son increpados por los estudiantes y la situación no pasa a mayores.
Los estudiantes también marchan en Zaragoza. Se habla de la marcha más importante de la ciudad. Allí se producen incidentes con la policía y un joven es detenido. Otra marcha en Bilbao. En Girona, Valencia, Palma de Mallorca. En todos las ciudades y pueblos del territorio español la gente se levanta por la paz. No entienden el empecinamiento de Aznar. Lo abuchean. "Esto nos pasa, por un gobierno facha", cantan.
La guerra continúa. Los bombardeos son atroces. Miles de banderas cuelgan de los balcones. La gente española no quiere sentirse el núcleo de los atacantes. No quiere sentirse desgajada de Europa ni pegada al trasero del poder. La gente siente las miradas de reojo del resto del continente. Perciben que su país se está convirtiendo en uno de los malos de la película. Pero esto no es cine. Esto es real.
"Marchar no significa estar a favor de Saddam Hussein, significa que estamos en contra de esta guerra desigual, arbitraria, absurda, que está cobrando víctimas inocentes. Marchamos para que el mundo sepa que el pueblo español no acepta la decisión de su presidente", sostuvo José Cánovas, uno de los tantos jóvenes que salieron a protestar.
Los españoles sienten mucha vergüenza por lo que está pasando. Miran las imágenes por televisión y no comprenden por qué ellos son parte de tanta aberración. Los diarios aumentan sus ventas. Las radios no dejan de informar. Se escucha "Sólo le pido a Dios" de León Gieco. Se habla en los bares, en las oficinas, en las escuelas donde los alumnos debaten con sus profesores. No es un tema más. Es una guerra que su gobierno decidió apoyar. Es una guerra en la que no quieren participar.
"Señor Aznar, ganar las elecciones no significa portar un cheque en blanco para hacer lo que quiera. Escuche al pueblo", afirmó el actor Javier Barden en la enfervorizada entrega de los premios Goya. Fue en vano. Como todo lo que se hizo y se hace para evitar el ataque. Aznar no escucha. Ni a Barden ni a Almodóvar ni al líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, ni al pueblo que masivamente ayer volvió a marchar. Como todos los días. Aznar quiere la guerra. España no.