Contra los temores de que podría posponerse o incluso cancelarse a raíz del ataque de Estados Unidos a Irak, la 75 edición de la entrega de los premios Oscar tuvo un comienzo en las escalinatas del Kodak Theatre de Los Angeles caracterizado por el tono moderado y mucho menos glamour que de costumbre. Tal como se había anunciado hace unos días, el tradicional desfile de las celebridades sobre la alfombra roja, mostrando sus vestidos y joyas, dialogando con la prensa y saludando a los fanáticos apostados en las gradas, fue eliminado del programa. Los esfuerzos de los curiosos por observar aunque sea por unos instantes a sus estrellas favoritas resultaron casi totalmente infructuosos, no sólo por la logística según la cual las limusinas depositaron rápidamente a los artistas casi en la propia entrada del Kodak Theatre, sino también por la profusa seguridad que cercó el evento. Esta vez, debido al "alerta naranja" -la segunda advertencia antiterrorista más importante- declarada en Estados Unidos, no sólo numerosos agentes de seguridad privada custodiaron el evento, como de costumbre, sino una gran cantidad de agentes de la policía de Los Angeles. También trabajó en el operativo una unidad especial de la Guardia Nacional para contrarrestar un eventual ataque con armas biológicas o químicas, así como el Centro de Control de Epidemias. En ambos extremos del predio que rodea al lugar de la ceremonia, dos grupos antagónicos de activistas -varias decenas de personas cada uno- se manifestaron en contra y a favor del ataque a Irak, en forma pacífica y con permiso de las autoridades locales, con lemas como "el ataque preventivo es terrorismo" en un caso y "apoyemos a las tropas" en el otro. Mientras tanto, las estrellas continuaron llenando el Kodak Theatre y posando apenas unos segundo para las cámaras de la cadena ABC, que transmitió la entrega en Estados Unidos. Contrariamente al desfile de vestidos llamativos y joyas relucientes y profusas que habitualmente se aprecian en la alfombra roja de los Oscar, esta vez las estrellas optaron en su mayoría por vestimentas menos glamorosas, en tonos oscuros o pasteles opacos, muchas de ellas con pocos o ningún accesorio, a pesar de que algunas eligieron los colores fuertes y brillantes como Renee Zellweger que estrenó un vestido color rojo. Por ejemplo, la doble nominada Julianne Moore lució un vestido verde oscuro y un par de aros al tono, pero ningún brillante ni gargantilla. Los colores natural y beige predominaron entre muchas de las invitadas, como Halle Berry, Sissy Spacek y Diane Lane, al tiempo que el negro fue la elección de muchas otras, como Nicole Kidman, Cameron Diaz y Geena Davis. Salma Hayek, en una combinación de blanco y negro y acompañada por su novio y colega Edward Norton, aseguró a su ingreso al lugar sentirse muy orgullosa de ser la primera mexicana nominada como mejor actriz principal.
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