Marcos Cicchirillo / La Capital
Aunque el impacto económico en la Argentina es incierto, las esquirlas de la guerra de Estados Unidos contra Irak en el desierto llegarán de alguna forma a estas tierras. Las posiciones de gobierno, economistas y compañías no son uniformes sobre las consecuencias del conflicto bélico que se desencadenarán en la región en el corto y largo plazo. Los exportadores afincados en estas tierras están preocupados por las secuelas que dejará la guerra a sus negocios. Algunos directivos de las principales compañías del complejo oleaginoso recordaron las dificultades que tuvieron para volver a ingresar a varios mercados de Medio Oriente tras la primera guerra en Irak, doce años atrás, dado que el gobierno de Carlos Menem decidió participar en el conflicto. Otros más memoriosos se retrotrajeron a la década del 70, cuando el gobierno de Estados Unidos dispuso un fuerte bloqueo comercial a la ex Unión Soviética. Argentina eludió el embargo e hizo buenos negocios pero después los pagó con trabas comerciales en países satélites de EEUU. Hoy, todos coinciden que el ataque unilateral de Estados Unidos contra Irak traerá aparejado un reordenamiento de las relaciones a nivel mundial, incluidas las principales instituciones de escala global. Allí, las diferencias entre los empresarios y analistas se agigantan. El debate principal: cómo influirá esta vez la decisión diplomática argentina de quedar al margen de participar en el conflicto. Están quienes consideran que el país será penalizado por su "neutralidad" y otros que se verá "favorecido". Las compañías locales exportaron durante el 2002 a la región 1.700 millones de dólares, pero desde el sector agroindustrial elevaron esa cifra hasta los 2.200 millones de dólares en el rubro alimentos en la actualidad. A pesar de lo abultado de las cifras, esto representa poco más del 6% de las ventas externas del país, que rondan los 23 mil millones de dólares (aproximadamente el 10% del PBI). Sin embargo, el impacto para la región del Gran Rosario puede ser mayor, ya que las compañías que podrían verse afectadas se encuentran dentro del complejo oleaginoso santafesino, principal eje exportador del país de commodities como granos de soja, trigo y maíz, aceites y harinas. Entre las empresas agroexportadoras se encuentran Bunge & Born, Molinos Río de la Plata, Dreyfus, Nidera, Conagra, Glencore, Cargill, Aceitera General Deheza. También tendría un impacto en empresas como Basso, fabricante de válvulas para autos, y de carnes, como Swift Amour y Finexcor. De todas formas, las agroexportadoras admiten en voz baja que la incidencia de una disminución de las ventas de commodities en los países de Medio Oriente no serán significativas en sus ecuaciones económicas. En buena medida, están más preocupadas por las compras de trigo de Brasil que las ventas en Irak. Respecto del precio de los principales granos exportables, las estimaciones de las cerealeras son que se mantendrán en los niveles actuales, contrapesando el mayor stock existente y otra cosecha récord, con una venta por goteo de los productores, que prefieren sentarse sobre la mercadería a la espera de mejores precios ya que no están agobiados por las deudas y desconfían de los bancos. Sin embargo, los números para los productores, justo antes de la campaña de la cosecha gruesa, y para el mercado interno en general, podrían variar por el lado de los combustibles. El 31 de marzo vence el acuerdo entre las petroleras y el gobierno nacional para mantener los precios en los valores actuales, más allá de las oscilaciones del barril en los mercados internacionales. Las compañías petroleras consultadas por La Capital prefirieron el silencio ante un tema al que calificaron como "sensible" socialmente pero admitieron que, de cumplirse las previsiones de guerra corta, los precios del crudo bajarán a niveles "más razonables". Los principales mercados donde se negocian los barriles de petróleo mostraron una tendencia a la baja en las últimas jornadas, que se vería favorecida también por la menor necesidad de energía de los países centrales pasado el invierno en el Norte. Otro de los factores con el que especulan los analistas es que Estados Unidos tendrá la necesidad de cubrir los costos de la guerra -que según distintas fuentes va de 90 a 200 mil millones de dólares-, inundando los mercados con petroleo iraquí, el segundo en importancia tras Arabia Saudita en reservas petroleras comprobadas. Al mismo tiempo, mete una cuña en el cartel formado por los países integrantes de la Opep (Organización de Países Exportadores de Petróleo), ya que el país conducido por Saddam Hussein es parte dentro de este grupo de estados formadores de precio. Una guerra en el sentido clásico. "El Imperio necesita hacerse de materia prima para abastecer el monstruo del mercado interno y pagar las cuentas de una guerra que, a diferencia de la del 91, ahora deberá enfrentar solamente Estados Unidos", remarcó un reconocido economista esta semana. Voceros de las firmas petroleras radicadas en el país reconocieron que ya comenzaron de manera informal las negociaciones con las autoridades nacionales para analizar cómo continuará el acuerdo a partir del 1º de abril. De todas formas, la baja en los precios demoraría en llegar a las estaciones de servicio dado que el acuerdo establece que hasta tanto las petroleras no recuperen la diferencia que se generó durante los últimos meses para sostener los valores actuales. El dólar también jugará a dos puntas para la economía local. Las perspectivas de numerosos analistas es que la moneda estadounidense retrocederá frente al euro y el oro. En tiempos de guerra, muchos inversionistas abandonan la moneda de papel por la de metal. Los especialistas apuntan a que la guerra oculta un hecho aún más grave de la economía estadounidense. La devaluación del billete verde, más que por el conflicto bélico, se debe al creciente doble déficit que tiene Estados Unidos: presupuestario y de balanza comercial. Juntos suman casi 800 mil millones de dólares, con el marco de un estancamiento de la economía. Las autoridades monetarias del país del Norte, aunque no lo gritan a viva voz, están bregando por un cambio en la política de moneda fuerte, que sostuvieron en los últimos años por el de una mayor depreciación de la moneda que les permita ganar en competitividad. La Argentina se vería favorecida para competir en los distintos mercados, ya que la economía local está más atada al dólar que al euro. Sin embargo, como resaltan varios especialistas, la guerra, en principio, contraerá aún más las ya de por sí debilitadas economías de los países centrales, que en los últimos informes sólo ajustan las variables de crecimiento económico hacia abajo. Aunque la Argentina está fuera del sistema financiero internacional desde la declaración de default en diciembre de 2001, la incertidumbre económica a nivel mundial genera que los inversionistas busquen reducir al extremo su grado de exposición en los mercados emergentes. Esto, sumado a la necesidad del gobierno federal de Estados Unidos de lograr fondos frescos para cubrir sus crecientes déficit presupuestarios, retraerá todavía más las posibilidades del país para atraer capitales que potencien los síntomas de reactivación de la economía local. A modo de ejemplo, en los dos últimos meses las principales consultoras dieron a conocer las fuertes transferencias que realizaron los inversores hacia los bonos de largo plazo del Tesoro de Estados Unidos. Pero para espantar inversores están los políticos locales y un gobierno que resuelve todo punto de conflicto con una postergación para los dos primeros meses del próximo gobierno. Salarios, renegociación de contratos con las privatizadas, discusión con acreedores privados, redolarización, acuerdo con los organismos multilaterales de crédito. Habrá que ver qué sucede con las petroleras la próxima semana y una lista que agranda día a día la mochila del próximo presidente que se siente en el sillón de Rivadavia. Como definió esta semana el economista Antonio Margariti, el impacto de la guerra en Argentina seguramente será menor al que vivió el país durante el 2002. "Casi seguro que los argentinos individualmente no vayan a sufrir más de lo que ya han soportado. Con la devaluación, la pesificación asimétrica y la destrucción del orden jurídico, nosotros ya hemos pasado por dos o tres guerras de Irak juntas", graficó.
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