Año CXXXVI
 Nº 49.790
Rosario,
domingo  23 de
marzo de 2003
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Ya habrá revancha
La derrota apagó el brillo rojinegro de los hinchas

Javier Parenti / La Capital

Y sí, el resultado dejó a Newell's en blanco y negro, descolorido. Le quitó brillo a ese rojo y negro intenso, lleno de ilusión y pasión que encendieron los hinchas leprosos llenando la popular y cubriéndola con el humo de sus colores en el inicio de la fiesta grande, de ese partido que tanto esperaban que empezara pero que nunca imaginaron con un final dramático. Sí, porque para el hincha perder el clásico es terrible. Y más como cayó Newell's. Por eso la desazón pudo más que ese orgullo de gritar aún en la mala, con el que el hincha demuestra que está ahí, lastimado en el sentimiento pero vivo para enfrentar lo que vendrá. Que será bravo, duro de sobrellevar. Porque no será una semana con cargadas, casi sin ganas de salir a charlar de fútbol, sino mucho tiempo más. Sí, pero no les queda otra. Ya llegará otro tiempo de revancha. Claro, si el fútbol siempre te la brinda.
Es cierto, no existen excusas. Ya no importa que en la primera parte del clásico se había impuesto la lepra con sus cánticos, porque sus jugadores permitían con su juego apostar por la alegría. Entonces sí, el tradicional "y ya lo ve, el que no salta, se va a la B" estallaba en el cielo de Arroyito.
Si hasta instantes antes del gol del quiebre los rojinegros se habían animado al grito de "olé, olé, olé, olé, olá, con estos p.... no jugamos nunca más", recordándoles a los canallas su complicada situación en la pelea por el descenso.
Pero claro, el primer gol prácticamente acalló a todos. Quedaban cinco minutos para el final del primer tiempo, ahí donde los hinchas recargaron sus energías dándose ánimo, cantando y agitando sus brazos con las remeras rojinegras. Para intentar contagiar a sus jugadores y así recibir la retribución a tanta pasión.
Esta vez no lo consiguieron. Y, encima, tuvieron que soportar otro golpe. El segundo, el que dolió más. Ese que otra vez acalló por un segundo la batalla de gritos compartidos con la popular de enfrente. Aunque una vez superado el impacto, al menos en la imagen que proyectaron las populares visitantes, las manos otra vez acompañaron las voces para intentar despertar el fuego futbolístico de los once hombres que corrían allá abajo sin encontrar el camino hacia la felicidad del hincha.
Claro, para qué hablar del después. Del tercero, de casi el cuarto, del "ole, ole" sufrido. De ese final inimaginado. De esas sensaciones de impotencia, bronca y dolor que terminaron de lastimar una vez afuera del estadio.
La caminata de regreso también fue por un camino descolorido. Todo en blanco y negro. Los ojos y el sentimiento no entendieron entonces de matices. El clásico para ellos fue dramático. Y sí, perderlo así, sin atenuantes, fue un golpe demasiado fuerte. El hincha quedó herido. Sí, pero sabiendo que el fútbol siempre da revancha.



La hinchada leprosa ofrendó su fidelidad a sus colores. (Foto: Marcelo Bustamante)
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