Año CXXXVI
 Nº 49.790
Rosario,
domingo  23 de
marzo de 2003
Min 22º
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Volvió la mística
Central recuperó su aura ganadora

Miguel Pisano / La Capital

El Cabezón tomó ayer su más dulce Lexotanil. El Viejo Néstor llamó a su amigo por teléfono, como antes de cada clásico. El Gordo Osvaldo se pegó la vuelta de siempre por la placita con Gonzalo. Y así, desde el primer jugador hasta el último hincha canalla, cuidaron secretamente hasta el más nimio detalle de las cábalas.
Y como si las casualidades realmente no existieran, el dorado partido de ayer se pareció demasiado a aquel recordado clásico del 4 a 0, como si el gran encuentro que jugaron los canallas y su gente, junto a la mística que rodea a Miguel Angel Russo desde aquella inolvidable tarde del 23 de noviembre del 97, hubieran cerrado el círculo mágico de un domingo a pedir de la gente del viejo barrio de Arroyito.
El legendario Fito llevó al pequeño Martín al Gigante, en la mejor tarde como para tomar su primera lección de fútbol, tablón y poesía canallas. El Negro Fontanarrosa sonreía como un pibe grande debajo de su vieja y extraña gorrita del Fenerbahce, con el que sólo comparte los colores del corazón, salvo que se trate de un secreto apoyo al pobre pueblo iraquí, aunque en realidad los turcos son unos de los que peor se han portado con ellos. Y el Puma Rodríguez disfrutaba y saludaba como un canalla más, con esa risa ancha y esa estampa inconfundible, a pesar de estar más entrado en kilos que en años.
Y del otro lado de la ciudad o del mundo también hubo una innumerable legión de fieles seguidores que patearon, cabecearon y trabaron en cada jugada por tele, radio o Internet, como si la suerte del equipo del alma también dependiera de su concentración, firmeza y actuación.
Y más allá de los nombres, las fechas y los hombres, los canallas ratificaron en la cancha su condición de equipo banca, que se plantó a jugar bien con la pelota y sin ella, dio una auténtica lección de fútbol y le regaló a su gente la mejor fiesta desde el penúltimo clásico. Si ni los viejos plátanos de Génova y Cordiviola quisieron perderse la maravillosa fiesta del pueblo canalla, con aquella inolvidable mística de los 70.


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