Año CXXXVI
 Nº 49.788
Rosario,
viernes  21 de
marzo de 2003
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Una ciudad fantasmagórica

Bagdad. - Bagdad era ayer en la mañana una ciudad casi muerta, después de los primeros bombardeos norteamericanos dirigidos al alba contra su periferia, y en las calles sólo se veía a los milicianos del partido Baas, numerosos en cada esquina.
En la arteria comercial Saadún, miembros del Baas en uniforme verde oliva, con cascos y fusiles, controlan los cruces junto a los policías de azul. Delante de los edificios públicos, hombres armados montaban guardia parapetados detrás de bolsas de arena.
Un hombre, Ihasan Salmán, está delante de su tienda. "Habitualmente abro a las 10, pero hoy vine a las 6,30, inmediatamente después de los bombardeos", afirma Salmán, que vende bolsos. "Dios me ha recompensado, vendí tres esta mañana". Más allá, grupos de personas compran en las pocas panaderías abiertas y parten rápidamente llevándose el pan todavía caliente.Algunos puestos callejeros venden frutas y hortalizas, mientras que los autobuses circulan medio vacíos.
Aprovechando que no hay tránsito de automóviles, un grupo de jóvenes juega a la pelota en la calle. La mayoría de la gente sabe que los bombardeos masivos todavía no llegaron (comenzaron poco después, al anochecer). En Rasafi, sector de la ciudad que habitualmente está abarrotado de gente, el mercado se encuentra totalmente desierto. Sólo dos hombres están instalados delante de un carro lleno de sandalias de plástico. "Tengo que vivir aunque haya guerra. He vendido sólo un par esta mañana pero me quedo", comenta Adnan.
Vendedores de garrafas de gas, que instalaron un remolque en la calle, son más afortunados. Temiendo una guerra que dure, los bagdasíes hacen acopio de todo lo que pueden. "El principio del día fue bueno. En la hora que siguió a los bombardeos vendimos 180 garrafas". Poco a poco, la ciudad se anima. Los milicianos se distienden y se sientan en las aceras para beber un té, mientras cada vez más mujeres salen a hacer compras. (AFP)


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