Un equipo arqueológico completó su quinta campaña en la colonia española Floridablanca, fundada en el siglo XVIII y diezmada por el escorbuto en el primero de sus cuatro años de existencia, en una de las pocas investigaciones de arqueología antropológica del continente que permite ver cómo el espíritu de la Ilustración europea habitó en las inhóspitas tierras patagónicas, hace casi 220 años.
El grupo de cinco expertas argentinas, encabezadas por la arqueóloga María Ximena Senatore, excava desde 1998 las ruinas de Floridablanca, cerca de la Bahía de San Julian, ciudad costera a 357 kilómetros al norte de la capital de Santa Cruz.
Allí surgen las casas de adobe, ladrillos y tejas "musleras", fragmentos de vidrio y cerámica, clavos, herrajes y otros vestigios que sobrevivieron a su destrucción, cuando se dispuso no dejar nada que pudieran utilizar otros interesados en la zona.
La colonia fue fundada en 1780, tiempos en los que Inglaterra se apoderaba del peñón de Gibraltar, gozaba del dominio de los mares y perdía su principal colonia americana. Cazadores ingleses, franceses y norteamericanos de ballenas y lobos marinos cobraban sin impedimentos sus piezas en las latitudes australes, con base de operaciones en las islas Malvinas.
El riesgo de que otras potencias ocuparan el territorio que hasta ese entonces poblaban sólo los aborígenes movilizó a la corona española a reivindicar su soberanía. Carlos III, segundo monarca de la casa Borbón dispuso la creación de varios asentamientos en la costa patagónica.
Desde Castilla y León, familias de labradores partieron desde el puerto de La Coruña hacia el Virreinato del Río de la Plata, y fueron destinadas a la Patagonia para establecer, "en condiciones iniciales de igualdad", una colonia agrícola basada en el concepto de "población útil", como lo comprueba el hecho de que no se permitió el establecimiento de órdenes religiosas: sólo un cura para atender a los colonos.
Desarrollo de la agricultura
Traían elementos de labranza, vacas, mulas, caballos, cerdos, ovejas, aves de corral, semillas y utensilios, ya que la Ilustración sostenía a la agricultura como principal fuente de desarrollo y progreso.
El 13 de febrero de 1780, 163 personas partieron desde Montevideo -a donde unos pocos volverían cuatro años más tarde-, a bordo de las naves San Sebastián, San Francisco de Paula y Nuestra Señora del Carmen, al mando de Antonio de Viedma, contador de la Corona español.
Durante el viaje, el escorbuto -causado por la falta de vitamina C que proveen los vegetales frescos, ausentes de la dieta durante las travesías-, se cobró trece vidas.
Soldados, tripulaciones de naves para abastecer a la colonia, gentes de oficio y personal de maestranza temporarios, algunos presidiarios y desterrados como mano de obra, un cirujano, un sangrador y un cura conformaban una población de 150 almas que se estableció el 1 de abril de 1780 "dos leguas al oeste" de la Bahía de San Julián.
El sitio arqueológico, ubicado a pocos kilómetros de Puerto San Julián, había sido excavado en 1920, según muestra una fotografía de ese año que permitió identificar el lugar pero dejó al descubierto las ruinas, destruidas por la acción del riguroso clima y el accionar de inexpertos, curiosos y saqueadores.
En 1998, un grupo dirigido por la arqueóloga Senatore, quien pronto deberá defender en la Universidad de Valladolid, España, su tesis doctoral basada en Floridablanca, inició "la primera investigación en equipo, sistemática y organizada" en el asentamiento agrícola del siglo XVIII, que financia al Agencia Nacional de Investigaciones Científicas.
El equipo de Senatore, una porteña de 32 años nacida en el barrio de Caballito, se completa con las arqueóloga Silvana Buscaglia -especialista en geofísica-; Marcia Bianchi Villelli, quien analiza el consumo de almacén; María Marschoff, dedicada a investigar las prácticas alimentarias de la colonia, y Paula Palombo, quien analiza el esquema de agricultura desarrollado en Floridablanca, tema de las tesis doctorales de todo el grupo.
La Ciudad
