Norberto Puntonet Luis Emilio Blanco / La Capital
Con la coronación de Anabel Molina como reina y de María Celeste Mulc como virreina nacional de la Vendimia 2003 culminó la tradicional y colorida fiesta del vino, aunque algo empañada tras el manto de sospecha sobre un arreglo político en la elección de la nueva soberana (ver aparte). Como siempre, con una multitudinaria Vía Blanca, un pintoresco Carrusel y con un sobrio y emotivo espectáculo en la fiesta central, los mendocinos festejaron un excelente año de cosechas y veneraron a la Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos. Más de 200.000 personas, entre mendocinos y turistas, se agolparon en las calles céntricas de la ciudad durante la noche de la Vía Blanca. Allí las carrozas, con una marcada temática vendimial, y de alusiones a los derechos humanos y pedidos de paz en el mundo, transportaron a las reinas departamentales, y candidatas al cetro mayor. Con el brillo tradicional y ante unos 400.000 asistentes se desarrolló El Carrusel que, respecto a años anteriores, sumó la participación del público, anunciantes y artistas, al paso de los carros vendimiales. En ese contexto los habitantes de la provincia del sol y del buen vino, se acercaron a las carrozas para apoyar a sus candidatas favoritas. Pero sin duda el momento culminante de la Fiesta de la Vendimia fue el acto central que este año retornó al Teatro Griego Frank Romero Day, a diferencia del año pasado que tuvo lugar en el estadio de fútbol Malvinas Argentinas. Con un sobervio espectáculo que se denominó "Hileras del Corazón", los más de 25.000 asistentes gozaron de la danza de más de 700 artistas, quienes reflejaron la historia de amor entre Ana, hija de labriegos, y Facundo, un joven tomero (encargado de administrar el agua por los canales de riego). El primer cuadro del espectáculo mostró el dolor del pueblo europeo por la guerra y su posterior migración hacia tierras mendocinas. Luego vino el resurgir con el trabajo de la tierra, y otra vez el dolor a través de la helada que quemó sus viñedos. Pero a la calamidad resurgió la vida representada por bailarines clásicos que simularon el fértil intercambio entre flores y mariposas. Posteriormente se representó la llegada del verano y con él la hora de llenar las bodegas. Ese cuadro dio paso a gatos, cuecas y malambos que simbolizó el proceso de vinificación. El vino elaborado sirvió de excusa para comenzar a recorrer las provincias argentinas y países latinoamericano con la interpretación coreográfica de chacareras, chamamés, carnavalitos, tangos, milongas y el desfile de banderas de las naciones hermanas. Como corolario llegó el casamiento de Ana y Facundo en un clima de felicidad que reunió a todos los hombres involucrados en la fecunda vendimia. Después llegó el agradecimiento a la Virgen de la Carrodilla y la inundación de antorchas en los cerros contiguos al anfiteatro. Finalmente los 700 artistas que participaron del espectáculo ocuparon el escenario al compás de un pericón para cerrar el acto central y dar paso a la elección de la reina.
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