Luis Castro / La Capital
Lo de Newell's es preocupante. El equipo no responde, no encuentra la identidad y, por momentos, no se sabe a qué juega. Y esto no es de ahora, la sensación se percibe desde hace un tiempo. Héctor Rodolfo Veira se da cuenta de la crisis e intenta encontrar la fórmula para cambiar el rumbo para de esa manera transitar el camino de "los éxitos", como dijo antes del cotejo ante Talleres. Es cierto, lo último que se recuerda y que aún está con la temperatura alta es la pobre imagen que dejó en el Olímpico. Donde el equipo no jugó a nada en el primer tiempo y tuvo algo de intención en el complemento. Pero hay que recordar que frente a Arsenal, pese a que se logró la primera victoria en el torneo, Ñuls mostró una apatía futbolística que generó incertidumbre en su gente. Pero, se dice, la esperanza es lo último que se pierde. Y Veira mantiene viva la llama de la ilusión, más allá de que por su interior tal vez circulen otros análisis que no los haga públicos y que están más acordes con la realidad rojinegra. Sin vibraciones. La actuación leprosa seguramente tratará de ser olvidada lo más rápido posible. Sobre todo en los primeros 45 minutos, cuando el equipo fue tibio y no tuvo "vibraciones". Veira desea que sea explosivo, pero lejos está de que sus dirigidos lo logren. Además, se nota que no encuentra el equipo justo. Así lo demuestra con los continuos cambios -algunos obligados-. Domizi ya pasó por diversos puestos. El domingo se disfrazó de una especie de enganche (en realidad se movía y ayudaba por todos los sectores de la cancha) para que Liendo volviera a la titularidad en lugar de Marino. La jugada no le salió bien al DT y corrigió su error en el entretiempo poniendo en la cancha al Guille. Momento de incertidumbre. Lo que viene no será para nada sencillo. El Bambino deberá replantear esta magra situación y hacer los movimientos clave para que Ñuls consiga la regularidad que se necesita para pelear por los objetivos planteados. Porque de esta manera será casi imposible lograrlos y seguirá con la mediocridad. El equipo no tiene fútbol. Es mezquino en su juego. Se presenta sólido atrás, pero el inconveniente mayor está en la creación y en la generación del juego que se necesita para alimentar a Rosales y Silvani. Parece que se lo extraña a Manso, pero se sabe que por ahí no pasa la solución porque cuando estaba entre los once la situación era la misma. En el Olímpico a Veira se lo vio, vaya paradoja, desmotivado. Abatido. No sólo por la derrota sino por la modorra futbolística que sufren sus jugadores. Y para despertarlos será necesario más que la bomba anímica.
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